El próximo domingo en USA y el lunes ya en Canal + empieza la segunda temporada de The Newsroom, la serie de Sorkin que podríamos calificar como la más polémica de la pasada temporada, con fans y detractores a partes iguales e igualmente apasionados, como cabe esperar de un buen producto televisivo.
Personalmente, me encuentro del lado de los fans de la serie. Creo que es un excelente cuento de hadas, uno en el que la cosas pasan como siempre soñamos, en el que los protagonistas son gente con defectos, gente que ha cometido errores personales y profesionales en su pasado y que los seguirán cometiendo en el futuro, pero gente que aspira a poner su granito de arena para un futuro mejor, un periodismo mejor. ¿Irreal y adoctrinadora? Seguramente, mucho ¿y qué?.
La principal crítica recibida en este sentido se refiere a la ventaja con la que juega Sorkin a la hora de enfrentarse al tratamiento de unas noticias cuyo desenlace ya conocemos. Evidentemente, no es lo mismo afrontar una noticia en tiempo real, con la dificultad de contar con varias fuentes contradictorias al mismo tiempo y la competencia feroz de otras cadenas pendientes del mismo hecho, que hacerlo cuando se conocen todos los datos, el tiempo ha pasado y los detalles aparentemente sin importancia, resultan ser fundamentales para comprender lo ocurrido. Sin embargo ¿es esto motivo suficiente para echar por tierra la serie? ¿acaso no es interesante ver cómo un determinado creador cree que debería afrontarse el tratamiento de las noticias de alcance en directos frenéticos? ¿cómo piensa que debería ser el periodismo?
Sorkin también adoctrina desde el punto de vista político y nuevamente, es esta una de las principales patas de las que cojea a la vista de sus detractores. Estemos o no de acuerdo con su visión de la sociedad, la política o la economía, cuando las historias están bien contadas, cuando son creíbles, cuando nos hacen creer que puede haber políticos y periodistas leales, fieles a unas ideas y a sus votantes y lectores, en busca del bien común, en una palabra: decentes ¿importa que se trate de un cuento chino?
Durante años hemos consumido productos Disney, que son lo más irreal, tramposo y adoctrinador que ha creado una factoría audiovisual y, pese a reconocerlo y criticarlo, año tras año seguimos consumiendo sus productos, llevando a nuestros hijos, sobrinos, ahijados a ver sus películas, encantados de que el canal Disney forme parte de nuestra oferta televisiva y nos garantice un entorno seguro para los más pequeños. ¿Por qué? Pues porque en última instancia son productos bien hechos, historias bien armadas, guiones que funcionan y que terminan por dejar un buen sabor de boca en medio de cualquiera de los defectos que podamos encontrar. Y eso pasa con las series de Sorkin, con los guiones y sobre todo los diálogos de The Newsroom.
Yo estoy enganchada, como una niña pequeña a los príncipes azules. Sabemos que no existen pero ¡es tan bonito disfrutar un rato de un mundo casi perfecto en el que las princesas encuentran su chico ideal y los periodistas ejercen de cuarto poder, contrastan las noticias y no retuercen la realidad!