Cuando se estrenó Masterchef en TVE no pudimos evitar considerarlo un fracaso. La gran apuesta de la temporada, un formato de talent show que no se había dado en la cadena pública desde Operación Triunfo, el primero, un intento de reflotar un prime time que solo funcionaba con productos ya conocidos por la audiencia como Águila Roja o Cuéntame, una apuesta por el cambio de personalidad, se iba al traste con unos resultados muy por debajo de lo esperado, en un programa que no parecía estar a la altura.
Podemos echarle la culpa a la inexperiencia de los jueces, algo incómodos en su papel de gruñones exigentes, a la falta de naturalidad de su presentadora, la siempre dicharachera Eva González, o a la dificultad de competir con un programa de estas características en una audiencia más acostumbrada a la ficción o el reality puro. Podemos incluso echarle la culpa a los tanques y el ejército, que mostraban una cara de nuestra España tan real como rechazada en algunos ámbitos, que quizá vieron en el programa un intento de españolización que aparta a muchos de la televisión, más aún cuando es un gobierno de derechas el que tiene la batuta. Personalmente, creo que todos estos elementos sumaron a la hora de captar audiencia, o dejar de hacerlo, elementos que pesaron sobre el gran problema que hoy en día tiene TVE, que no es otro que la falta de credibilidad.
Y no me refiero a los informativos o cuestiones editoriales, ese sería otro análisis, me refiero a la falta de credibilidad en su capacidad para sacar adelante nuevos proyectos que merezcan la pena, que sean interesantes y dignos de seguimiento. Ha sido tal el parón experimentado por la producción propia de la cadena en el primer año de mandato de la nueva ejecutiva, que los espectadores se han ido descolgando poco a poco hasta olvidar que existe un canal más, que puede ser competitivo, que tiene grandes cosas que sacar del cajón y algunas más que reinventar. Es un lastre que han tardado apenas un año en crear, pero que llevará mucho tiempo y trabajo eliminar.
Pese a todo, semana a semana Masterchef ha logrado sumar audiencia por millones y se encuentra ya cerca del 20% de share, fuerte como la gastronomía española y dispuesto a no parar en su ascenso y reconocimiento. Ha sido sorprendente este cambio de tendencia y tres han sido los pilares esenciales que han obrado el cambio.
– El arrastre de la Champions League: Masterchef se estrenaba un miércoles, compitiendo directamente con Luna, el misterio de Calenda y Hay una cosa que te quiero decir, el primero en despedida y a punto de dar paso al muy fuerte Con el culo al aire. Hasta la emisión de Homeland en Cuatro lograba superar la audiencia de TVE, con una fabulosa serie emitida en un canal que no suele ser competitivo. Era un día complicado, pero con opciones, pese a lo cual, la falta de alicientes y promoción hacían que muy pocos contemplaran la posibilidad de ver un nuevo programa en TVE. Comprobado este hecho y huyendo de la comedia de Antena 3, los responsables de la parrilla optaron por cambiar el día de emisión a los martes tras los partidos de semifinales de Champions que enfrentaban a Real Madrid y Barcelona con sendos equipos alemanes, por un puesto en la final. Partidos de máxima audiencia que siempre dejan un buen arrastre y que, tras los decepcionantes resultados, dejaban pocas ganas siquiera de cambiar de canal en los espectadores más futboleros. Bromas aparte, el cambio de día funcionó estupendamente y muchos fueron los nuevos seguidores de un programa que, de haber permanecido en lunes, quizá nunca hubieran descubierto. Aunque no soy muy partidaria de marear a la audiencia con este tipo de cambios, he de reconocer que este ha sido clave en el resurgir de Masterchef.
– El cambio en la dinámica de los concursantes, jurado y presentadora: mucho más tranquilos en sus papeles, más cómodos y asentados, todos hemos podido notar un cambio en el comportamiento de los protagonistas del programa. Aunque muchos afirman que los jueces han dejado de ser duros sin motivo, yo creo que simplemente han encontrado la manera de criticar y pinchar siendo ellos mismos, sin necesidad de imitar a nadie, ni ser agresivos sin necesidad. Es evidente que,como profesionales de la cocina que son, pueden encontrar mil y un defectos o cosas mejorables a los platos de estos aficionados a la cocina y la mejor manera de contarlo es hacerlo de forma natural. Tan sencillo como coger confianza con el formato, con los compañeros de proyecto y con ellos mismos y todo fluye, algo que el espectador nota.
– La lógica conexión emocional del espectador con los participantes: como en todo reality o talent show, al principio todos los concursantes nos parecen igual de insulsos o nos resultan igualmente indiferentes. La presentación que de ellos haga el programa establecerá una serie de personajes que se irán moldeando con el tiempo, pero a medida que los programas van pasando, el espectador se va formando su propia opinión, encontrando a sus favoritos y también aquellos a los que no soporta y quiere ver eliminados en cada entrega. Cuanto mayores sean sus filias y sus fobias, más fan se hará del programa y también por eso es importante mantener algunas de las personalidades más extremas entre los participantes, ellos son los que movilizarán a la mayor parte de la audiencia. Estos elementos hacen inevitable que el programa se haga más y más atractivo a medida que avanza.
Cuestiones sencillas, pero al mismo tiempo muy difíciles de gestionar desde cadenas y productoras, que son las que al final convierten el programa en un éxito o en un fracaso. En este caso, parece que nos toca aplaudir y de paso, celebrarlo con un buen plato de comida española y un vinito. ¡Va por ustedes!
Entrada originalmente publicada en Generación Young
Diría que se estrenó en miércoles, no en lunes.