Imaginemos un hombre que pasa 19 años en el corredor de la muerte por un crimen que no ha cometido… o quizá sí, pero las pruebas de pronto apuntan a que su estancia en prisión podría haber sido un error. Sale de la carcel sin haber sido declarado inocente aún y empieza a recuperar su vida bajo la mirada de sus vecinos y familiares, que no saben si apenarse por él o despreciarle por lo que creen ha hecho, matar y violar a una niña de 17 años.
El punto de partida de Rectify es brutal, pues nos presenta a un hombre que entró en prisión siendo casi un niño y que ahora no sabe qué hacer con su vida, con esa sensación que ha de tener un pajarillo que no sabe qué hacer cuando sale de la jaula, rodeado de gente dispuesta a ayudarle, mientras los depredadores buscan abusar de su inocencia.
Sin haber madurado aún, Daniel se siente encerrado en su propia libertad, después de casi 20 años atrapado en una pequeña celda, esperando el momento de morir en una sentencia a muerte que le tiene condenado en vida, posiblemente por error.
Son tan solo seis episodios, de una intensidad brutal, pero diferente al concepto de intensidad que nos pueda venir a bote pronto a la cabeza. Todo pasa muy despacio, en ocasiones incluso podríamos pensar que no pasa nada, que solo vemos al protagonista vagar por su habitación, por las calles de su pueblo, por el campo, pero ese lento pasar de la vida es tan doloroso. Esa sensación de peligro mayor del que la propia pena de muerte le proporcionaba, esa manera de idolatrarle que tienen algunas de las mujeres de su alrededor, desde su hermana a su antigua compañera de colegio, pasando por su cuñada y una tensión sexual que se resuelve por medio de la religión, una religión que pasa por ser una especie de línea entre la vida y la muerte, todo es angustioso y agobiante.
Todo está tan medido en los planos de Rectify, todo está tan colocado en la escena, tan vacío en ocasiones que, por momentos, puedes casi percibir el olor del cesped, del campo, percibir el silencio o la presión del exterior. ¿Recordáis aquella escena de American Beauty con la bolsa de plástico llevada por el aire y la fascinación que ejercía en la protagonista? En ocasiones eso es exactamente lo que me provocaba la serie. Demasiado lento, demasiada nada si se tratara de una serie de más de 20 episodios, perfecto para una de seis.
Por supuesto, hay villanos por todas partes, desde el hermanastro que apunta a capullo de primera desde que abre la boca, hasta el fiscal, pasando por el jefe de policía y quienes tienen jurada venganza al protagonista.
Y ahora spoiler. Si vas a ver la serie, mejor no sigas leyendo.
Y «lo mejor» de la serie es cuando ya estás todo relajadito en tu sofá, inquieto por algunas de las cosas que están pasando pero completamente flojo y desprevenido, cuando se aprovechan de ti y te matan vivo. Primero con esa escena del compañero de prisión saliendo hacia la silla eléctrica (o inyección letal) y luego con la escena del cementerio, tan larga que tuve que dejar de mirar porque se me hizo demasiado brutal.
Me encanta que las series de televisión me hagan sentir cosas, esta sin duda lo ha hecho.
Ah, es una serie de Sundance Channel, que normalmente no sería importante pero, en este caso, lo es.