Que el estreno de un reality en TVE pinche en su estreno como lo hizo ayer Masterchef (11% de share), en favor de una serie de acción norteamericana como Homeland (10,9% y 12% de share respectivamente en sus dos primeros episodios), demuestra que las cosas han cambiado mucho y que están muy mal en la cadena pública. Por encima de ellos, la despedida de Luna, el misterio de Calenda en Antena 3 (13,3%) y el incombustible Jorge Javier Vázquez con su Hay una cosa que te quiero decir (16,5%). La semana que viene, se enfrentarán a Con el culo al aire, que promete tener mejor audiencia que la serie de Belén Rueda lo que augura unos datos aún peores que los de ayer para el reality de cocineros. Si a esto sumamos que, una vez enganchado a Homeland ya no puedes parar y que el boca a boca le puede proporcionar unos cuantos espectadores más, si es que alguno aún no conocía la grandeza de Brody, mucho me temo que Masterchef solo sobrevivirá por emitirse donde se emite.
Y lo cierto es que el programa, si pasamos por alto la atronadora edición de sonido, no está tan mal y es una pena que se quede en esos datos tan pobres. La mayor parte de la audiencia ya ha perdido la costumbre de sintonizar TVE, pocos la tienen en cuenta a la hora de plantearse seguir sus estrenos, si es que se enteran de su existencia, y apenas subsisten con cierta dignidad los programas que ya conocemos y que tienen una audiencia fiel como Cuéntame, Gran Reserva o el próximo estreno de Águila Roja. El problema de TVE no son tanto los programas, que en ocasiones también, sino la percepción general de la cadena, que no hace atractivo ninguno de sus nuevos proyectos.
Masterchef además es un programa extraño para TVE, una arriesgada apuesta que podría haber renovado esta imagen que tenemos del canal y haber supuesto un revulsivo para quienes queremos que funcione, por el bien de todos, tanto de los profesionales que la hacen y que siempre han encontrado en la pública un sitio donde hacer producción de calidad y proyectos sin cabida en otras cadenas, como para los espectadores que deseamos que haya variedad en la oferta y que las cadenas, especialmente las más fuertes, nos sorprendan con producciones de alto presupuesto y grandes aspiraciones. Pero no podemos negar que son muy pocos los que esperan que TVE emita un reality y, cuando la personalidad de una cadena no se corresponde con un nuevo estreno, las dificultades se multiplican.
Por si esto fuera poco, el programa de estreno de Masterchef no era redondo: de una parte, su presentadora, una Eva González habitualmente risueña y divertida que aquí aparecía encorsetada y sin alma, tan forzada intentando vocalizar en perfecto castellano sin acento que apenas la reconocíamos cuando la escuchábamos sin estar en plano. A su lado, tres conocidos representantes de las cocinas españolas que, sin embargo, son desconocidos para el gran público, a excepción quizá de una Samantha Vallejo Nájera, más popular por su adn que por su labor en los fogones. Puede resultar injusto, pero así es, los tres integrantes del jurado del programa serán buenos en su profesión, pero no muy conocidos, lo que hace aún más importante que sean buenos comunicadores, algo que ayer no terminaron de demostrar del todo (a ella la conozco del Canal Cocina, dónde tiene un programa, y lo cierto es que su estilo no me convence nada, pero esto es algo muy particular). Pepe Rodriguez ya destacó por ser el borde, imprescindible en todo reality que se precie y, en general, los tres estuvieron jugando al póquer con los concursantes sin demasiada soltura.
Por lo que respecta a los aspirantes a chef, parece que los responsables del casting sí han dado en el clavo. Tenemos un poco de todo, desde el niño prodigio a la señora angustiosa y angustiada, pasando por el que escurre el bulto, el listillo, la niña mona, la desastrillos… aunque en este tipo de programas echamos de menos poder probar los platos y decidir de verdad nuestros favoritos en función de nuestros gustos culinarios. El detalle de sus recetas tampoco nos lo mostraron con suficiente detenimiento y esta es una de las principales quejas que he leído a lo largo del día, de quienes esperaban un programa de cocina del que poder aprender. A la vista de la primera entrega, no parece que vaya a ser así y se hará más hincapié en la personalidad de los concursantes y en sus dinámicas de grupo que, reconozcámoslo, es lo que a la larga termina por atraer al público mayoritario de los realities: ni vemos Gran Hermano por la convivencia, ni Pekín-Express por los paisajes y solo algunas excepciones como La Voz consiguen abstraerse de lo accesorio para centrarse en el talento, gracias a la facilidad con que el espectador es capaz de saber si le gusta un cantante o no tan solo por lo que hace en el escenario.
Mención aparte merece el publireportaje de las Fuerzas Armadas que pudimos ver anoche, cuando los concursante se enfrentaron a todo un regimiento al que dar de comer, previa observación de sus maniobras con los tanques y los fusiles en un par de escenas que parecían extraídas de cualquier programa americano pero que, en nuestro país, llaman poderosamente la atención por estar fuera de lugar y percibirse fuera de contexto. Por si fuera poco, ayudaban a reforzar la imagen de una TVE rancia que se vienen ganando a pulso en los últimos meses. Quizá deberíamos valorar más este tipo de cosas, tanto a las Fuerzas Armadas como profesionales, como a la naturalidad con que aparecen en un programa de televisión como si fueran médicos o periodistas, pero lo cierto es que, hoy por hoy, no es así.
Masterchef no es un mal programa, solo viene en un mal momento a una cadena en la que no pega, con una presentadora que no es ella misma y con un jurado al que le falta cámara. Si dejaran a Eva hablar como ella habla, si tuvieramos un Arguiñano, un José Andrés o incluso algún miembro del jurado más conocido por el buen comer que por saber cocinar, el programa sería otra cosa, más alegre al menos. Cambiarlo de cadena ya es algo más complicado, pero le vendría bien porque el lastre de la imagen de la pública juega ahora en su contra.
En cualquier caso, insisto, no es mal programa y, dada la oferta tan pobre de los miércoles, pueden contar conmigo la próxima semana.
Excelente análisis, añadiría que es un gran «contenedor» comercial pero las limitaciones legales derivadas del carácter público de la cadena impiden el desarrollo de las distintas posibilidades de explotación.