Gran expectación creada en torno a El Don de Alba, la nueva serie de Telecinco que se estrenó anoche. Esta expectación, al menos entre los teléfilos habituales, venía más de la curiosidad por ver qué habían hecho con este remake de una exitosa serie norteamericana, que por las propias características de la historia, que no son gran cosa. Para los demás, la promoción era algo confusa en mi opinión: la insistencia en que se trataba de la primera producción Disney en España era sorprendente, pues dotaba de un sello infantil y familiar a algo que, ya solo por la franja de emisión en que se emite, no es adecuado para el consumo con niños, por no hablar de unas tramas que pueden llegar a asustar a los más pequeños. Para quienes sí podrían ser público de Alba y sus contactos con fantasmas, quizá escuchar la palabra Disney podría expulsarlos sin darle siquiera una oportunidad, especialmente a los más jóvenes, que aún superan ese complejo de una niñez recientemente abandonada. Sí, ya sé que Disney es mucho más que producciones infantiles, pero todos somos conscientes de que la expresión «esto es muy Disney» significa lo que significa y desde luego no es un producto para malotes ni adultos serios.
Entrando ya a opinar sobre la serie, lo cierto es que no puedo decir nada malo de ella, es más, debo alabar una vez más la presencia de exteriores reales que siempre aportan aire fresco a cualquier producción. En este ambiente, los protagonistas parecen también sentirse más cómodos que en la constricción de un decorado y hasta se mueven con mayor naturalidad. En este sentido, tanto Martín Rivas como Patricia Montero están correctos y yo agradezco cantidad el ahorro evidente en pestañas postizas de la protagonista. A primera vista, los secundarios parecen más flojitos que los habituales de Entre fantasmas, pero es que esta no es una serie de grandes papeles, ni siquiera para los protagonistas.
Y es que es inevitable ver este primer episodio sin estar constantemente recordando cada uno de los detalles de su versión original, una serie de notable aceptación pero que, reconozcámoslo, no valía un duro. Entre fantasmas era ñoña, ridículamente artificial y un entretenimiento solo para esos ratos en los que no encuentras nada mejor que ver o no tienes ganas de pensar. Series muy necesarias en ocasiones, pero realmente prescindibles. Si se tratará de opinar acerca de El don de Alba como serie original, tendría algunas pegas que ponerle pero, siendo un remake como es, me parece que, al menos en esta primera entrega, no tiene mayores defectos.
Y aún así, yo soy más de The Client List #matamecamión
Ochenta minutos de serie. Ochenta. Jodó, es que no aprenden.