El pasado viernes Antena 3 estrenaba Increíbles, un nuevo concurso para el prime time, presentado, como no podía ser de otra manera, por Carlos Sobera. La franja lleva abonada a este formato desde hace ya mucho tiempo y la evolución podemos decir que es casi siempre la misma: éxito de audiencia en sus inicios, llegando a ser líder en muchas ocasiones, mantenimiento de unos datos respetables durante unos pocos meses y lento desgaste hasta su sustitución por otro concurso. Si algo está claro es que los espectadores aprecian un juego en la noche de los viernes, un entretenimiento que no levante la voz, una distracción sin mayores pretensiones que permita a veces ejercitar el propio cerebro, otras simplemente sorprender con la capacidad de los demás de hacer cosas extraordinarias; pero también es cierto que este tipo de programas cansa más rápidamente que otras opciones como la ficción o el enfrentamiento entre famosillos y que la necesidad de renovarse con frecuencia exige un ejercicio de constante inspiración y repaso de opciones que puede ser agotador.
En ocasiones, esta búsqueda del concurso «que lo pete» ha traído a la pantalla fórmulas nuevas como Avanti o giros de tuerca al clásico programa de preguntas como Atrapa un millón. Las referencias a inventos ya existentes, a concursos que ya hemos visto y a mecánicas que han funcionado en otras ocasiones es inevitable, pues son muchos años ya de televisión y aunque el «todo está inventado» es una excusa reduccionista para no pensar, todo lo que se pueda discurrir acaba por estar relacionado, incluso cuando sus propios creadores no lo hayan concebido así o conozcan siquiera el programa del que los espectadores más avezados creen nace la inspiración. Así, Increíbles ha sido rápidamente mostrado como un nuevo ¿Qué apostamos? sin Anita Obregón ni Ramontxu, pero con la misma capacidad de encontrar gente corriente con habilidades sorprendentes.
En Increíbles, Carlos Sobera va presentando a concursantes de memoria prodigiosa, de visión espacial y capacidad matemática abrumadoras, con conocimientos de geografía insuperables o con habilidades a ciegas que serían ya de por sí extraordinarias con los ojos abiertos. Entre todos compiten por emocionar y despertar la admiración, primero del jurado de famosos presente en plató, en este caso Chenoa, Mario Vaquerizo y el omnipresente Santiago Segura y después de la audiencia en la grada. El premio por superar la primera fase: 3,000 euros y el pase a la siguiente ronda. La dinámica del programa visto desde casa llega a hacer algo lenta y carente de ritmo y solo algunas de las pruebas, realmente admirables, evitan que nos dejemos llevar por la tentación de buscar una alternativa en el mando a distancia. Importante punto a tener en cuenta y dificultad máxima en un programa de pruebas, mayoritariamente mentales, que exige este tipo de pausa y preparación.
En este primer programa ganó una mente realmente privilegiada, pero casi por los pelos, pues se enfrentaba a una niña de 7 añitos capaz de ubicar en el mapa cualquier país, por extraño y pequeño que fuera y cuya única ilusión era ganar los 3,000 euros para viajar a Perú y visitar a su abuela paterna, a la que no conoce en persona. Una competencia algo tramposa por la inevitable ternura de su historia y su indiscutible talento para la geografía, que a punto estuvo de ensombrecer la muestra de habilidad mental de un profesor de ingeniería capaz de rellenar un cuadro de 8×8 con números que sumaban 130 en cada línea, vertical y horizontal, sin necesidad de estar viendo la cuadrícula y restringido a los movimientos del caballo del ajedrez. Verdaderamente increíble y justo vencedor, aunque por muy poco.
Con más de dos millones y medio de espectadores, Increíbles logró superar a Sálvame Deluxe que no tenía un programa especialmente potente. Pese a que aguantaron la publicidad alrededor de la entrevista a Mercedes Milá, de gira por todos los platós de la cadena con motivo del estreno esta noche de Gran Hermano 14, la presentadora no era un incentivo suficientemente grande para poder con la curiosidad de un nuevo programa, ni tampoco sus comentarios en torno al programa parecían de gran interés general: primero porque llevaba varios días afirmando no saber nada de los concursantes ni de las novedades que ofrecerá esta edición (del mismo modo que ha hecho siempre en estos días previos al estreno), segundo porque, lo que sepa, ya lo ha contado en Ana Rosa, en Sálvame diario, en los informativos y lo haría el fin de semana en ¡Qué tiempo tan feliz!. Parece evidente que los fieles a la cadena habían tenido oportunidad de verla y podían permitirse un desliz con la competencia. Lo que ocurra en próximas entregas será un panorama diferente.
En casa nos aburrió soberanamente. No ayudó que el primer increíble fallara y aunque Santiago Segura estaba en plan saboteador, al final nos decantamos por el zapping.