Cuando consigues que tu marca se convierta en un producto exportable más allá del programa para el que se inventó, es que has hecho un gran trabajo, independientemente de cualquier otro elemento de juicio que pueda incluirse en la ecuación. Tradicionalmente, los programas de televisión españoles no traspasan la pantalla para mucho más que un libro, un disco o unos peluches. Dentro de la propia televisión, puede hacerse la versión infantil, la del fin de semana y poco más.
Sin embargo, en este mundo cada vez más competitivo y por extensión menos arriesgado, algunos logran un programa de éxito que extiende sus garras por toda la parrilla. Me refiero en este caso a Sálvame que, aparte de ocupar las tardes completas de lunes a viernes en Telecinco, realimenta enfrentamientos en otros programas de la cadena como Mujeres y hombres y viceversa, Qué tiempo tan feliz o El programa de Ana Rosa. Además de esto, pasito a pasito, Sálvame se está convirtiendo en una especia de franquicia, una marca que todo el mundo quiere adoptar, pese a su mala prensa, y que garantiza el interés de una buena parte del público habitual del canal que, a la postre, sigue siendo el que lidera las audiencias mes a mes, en gran parte gracias a los buenos resultados de su programa más polemico.
Con esta marca tenemos ahora el programa diario de la tarde, el del prime-time de los viernes, una revista y ahora, según nos cuentan, un reality de bodas que llegará a las pantallas en la tarde de los sábados para retransmitir en directo el enlace de dos personas anónimas que deciden vender al mundo su momento más importante del año, a cambio de un reportaje en vídeo de primera calidad, una exposición mediática digna de cualquier personaje del ‘cuore’ y, supongo, un importante ahorro en el coste final del evento, que al precio que tienen hoy en día, no es poca cosa. Si además el programa resulta un gran éxito y los novios tienen la suficiente gracia, pueden llegar a convertirse en colaboradores de la cadena en cualquiera de los espacios destinados a promover al famoso de medio pelo.
¿Qué tiene todo esto que ver con Sálvame? Pues aparte del nombre, añadido como decía al principio con fines meramente promocionales por parte de La fábrica de la tele, productora de ambos programas, la excusa que han encontrado para justificarlo no es menos endogámica. Los novios que prestan su vida al programa para entretenimiento de espectadores afines al formato, podrán escoger a dos de los colaboradores habituales de Sálvame para que les acompañen en su gran y mediático enlace a modo de padrinos televisivos de la boda. No imagino qué clase de personas pueden prestarse a este tipo de cuestiones, no lo he entendido nunca y nunca seré capaz de ponerme en ese lado de una historia real. Sin embargo, soy de las que se entretiene viendo Bridezillas, Mi gran boda gitana o El vestido de tu boda, así que supongo que debo agradecer que existan quienes estén dispuestos a vender su vida para nuestro entretenimiento.
De ahí a «los Divorcios de Salvame» y «Los Funerales de Salvame» hay un pasito… que la audiencia elija quien se queda con la custodia de los niños o el colaborador de turno haga el honor de pulsar el botón en el crematorio tras unas sentidas palabras, todo un mundo de posibilidades.
Tenemos la tele que nos merecemos.