Nada más terminar la primera y exitosísima edición de La Voz, los rumores que apuntaban a un cambio de ‘coaches’ no se hicieron esperar. Desde las declaraciones de los propios protagonistas hablando de la dureza del programa y las necesarias decisiones a tomar, a las complicaciones propias de una agenda plagada de conciertos, lo que parecía un descanso del programa en términos, no solo de programación, también de expectación, ha resultado ser un ir y venir de rumores que no hacen sino incrementar el interés por la segunda edición y mantener vivo el que puede certificarse como gran éxito de la temporada.
Si algo está confirmado es que Melendi no volverá, lo ha dicho él mismo y, salvo sorpresa de última hora en forma de suculento aumento de contrato, parece poco probable que vuelva a participar, pese a ser, casi sin duda alguna, el artista que mayor provecho ha sacado al programa, que le ha procurado un lavado de imagen bastante necesario, acercando a la persona que es Ramón a sus seguidores y a quienes solo veían un rockero borrachín que monta follones en los vuelos.
David Bisbal es otro que, no habiendo confirmado su ausencia, sí ha comentado oficialmente la complicación que supone para él participar en una nueva entrega de La Voz. Entre otras cosas, el hecho de que su lugar habitual de residencia no sea España, como sí ocurre con el resto de artistas, dificulta su presencia y las numerosas galas y conciertos del que es sin duda el más solicitado de los cuatro, hacen difícil el ir y venir cada semana. Nada que no se resuelva con un avión privado, que seguro se puede permitir, aunque a veces el constante cambio de huso horario no compense físicamente los euros que se embolsa. Veremos en qué queda tanto trajín.
Rumores también ha habido con la ausencia de Rosario, rumores que se multiplicaron en las redes sociales hace apenas una semana como hecho confirmado, del que yo misma me hice eco para tener que retractarme después tras el desmentido oficial de su representante. Pese a que en mi muy subjetiva opinión, la monstrua no aporta profesionalidad alguna al programa, ella tiene su público y no podemos negar la admiración que muchos de los concursantes le profesan, bien por su propia trayectoria, bien por la tradición familiar. Mucho me temo, que será la más apegada a su sillón.
De los cuatro, la más discreta está siendo Malú, que si ha dicho algo de su posible permanencia o abandono no ha trascendido demasiado. Después de algunas de sus declaraciones en el propio programa cuando entre lágrimas despedía a algunos de los miembros de su equipo, cualquiera diría que la experiencia ha sido dura, pero estoy segura de que es de esas cosas que se olvidan al pasar el tiempo y en un par de días solo queda el recuerdo del conjunto de la experiencia que no tengo ninguna duda habrá sido muy positiva, tanto en lo profesional como en lo personal.
Como puede apreciarse los rumores no solo no cejan sino que estoy segura de que la cadena y la productora están encantados con ellos, con seguir siendo relevantes, con seguir aguantando el interés y despertando críticas, elogios y sugerencias entre los espectadores, que no dejamos de inventar posibilidades para reemplazar a quienes seguro no estarán y quienes podrían bajarse del proyecto en el último momento. Yo soy de las que sigue pensando que a los coaches de La Voz les faltaba una estrellona de las de verdad, una diva o divo que fuera menos colega y más azote de la realidad, un Raphael o una Marta Sánchez. Ahora que se ha comprobado que la audiencia del programa no está limitada al público jóven, sería una buena oportunidad de introducir otros elementos… hasta con Julio Iglesias me atrevería yo.
Mientras tanto, si algo parece confirmarse es la producción de una versión infantil del programa, pero para esa que no cuenten conmigo que cuanto mayor me hago, menos me gustan los hijos de los demás. Si además son niños prodigio, con su pan se lo coman que yo me largo.