¿Y a quién le importa? Esa debería ser la respuesta más adecuada a la duda que esta semana se ha estado planteando respecto del concurso, una vez han empezado a caer con cuentagotas algunos de los paises tradicionalmente presentes en el festival. A la vista de la cantidad de comentarios y tiempo en antena que se han dedicado a la cuestión, parecería que la presencia de España en este evento fuera obligatoria y su ausencia del mismo la única y definitiva prueba irrefutable de que estamos en crisis.
Las cosas estaban saliéndose tanto del tiesto que al final ha tenido que ser la propia TVE quién haya contestado a los rumores, afirmando que el próximo año también estaremos presentes en el festival, no fuera a ser que la prima de riesgo se resintiera con tanta especulación. Afortunadamente, no corremos riesgo alguno de ganarlo y tener que invertir los más de 2o millones de euros que dicen que cuesta la celebración del evento pero, con todo, parece que nuestra presencia allí podría perfectamente eliminarse sin que se resintieran demasiado ninguna de las partes implicadas.
De una parte, la cadena como institución, cuyo prestigio no depende en absoluto de su participación en un certámen que empieza a estar tan obsoleto como el de Miss España y que tiene un coste de promoción, de producción y, aunque sea el chocolate del loro, de «alojamiento y desayuno» en la ciudad de destino, que no parece apropiado para la etapa de recortes de todo lo superfluo en la que está inmersa la cadena pública.
En términos de programación sí se puede perder un programa que logra cosechar unos datos de audiencia fantásticos, rondando el 40% de share y casi llegando al 50% en la parte final (sorprendente), pero ni se trata de un acontecimiento cuya emisión pueda considerarse un servicio público, ni la función de la cadena ahora es la de competir por la audiencia. Sobra decir que quienes estamos frente al televisor esa noche lo hacemos por puro pitorreo y, en la mayor parte de los casos, acompañados de amigos y familiares y un necesario par de copas.
¿Y los artistas? Se preguntarán algunos. Pues no sé yo muy bien a cómo se cotiza el minuto en Eurovisión, pero no sé yo si los cantantes que acuden al concurso venden mucho más que los demás por el mero hecho de ir. Eso sí, ganan en experiencia y estoy convencida de que los meses de promoción y el propio evento les divierten y enriquecen como profesionales una barbaridad. Ahora bien, si se gastan el dinero de todos, lo de elegirlos a dedo empieza a quedar feo.
Si me preguntan a mí, pues que lo quiten… o que lo dejen, la verdad, no me podría importar menos.
A mí me gusta mucho. He descubierto ahí a grandes artistas cuyos discos se encuentran entre mis favoritos (Anna Bergendahl, por ejemplo). Sí que es verdad que cuesta un pastón y que no está el horno para bollos, pero como formato televisivo y de entretenimiento a mí me gusta. Me divierten, además, las teorías que se repiten cada año: que si todo es política, que si deberíamos retirarnos porque no ganamos (coñe, no podemos ganar todos los años), que si todo está amañado… me hace gracia, la verdad, porque son teorías que no se aguantan por ningún lado. En fin: si participamos, bien. Si no, lo veré igual aunque no lo emita TVE (lo veo por la ORF, que el que lo retransmite me cae muy bien, y listos).