Nunca pensé que se podría hacer un programa de televisión de más de tres horas de duración en el que dos terceras partes del tiempo el espectador estuviera llamado únicamente a contemplar un globo crecer y subir en el aire, sin embargo, ayer Teledeporte lo hacía ante dos millones de espectadores, que se sumaban a los más de siete millones que siguieron el streaming en directo en la web del evento. Porque esto, aparte de una hazaña para un arriesgado humano, una campaña de publicidad bestial para una bebida y un foco de atención mediático-morbosa, era un evento en toda regla.
El salto de Felix desde la estratosfera ayer por la tarde demostró hacia dónde puede ir el mundo de la publicidad audiovisual en el futuro y no me entendáis mal, no me refiero a que las marcas busquen chalados que estén dispuestos a arriesgar sus vidas para promocionarlas, sino a que se fijen en su alrededor y se busque aquello que remueve conciencias, crea expectación y que, en no pocas ocasiones, pasa desapercibido por considerarse irrelevante o no llega a hacerse por falta de financiación. Al salto estratosférico de ayer hubiera podido pasarle cualquiera de estas dos cosas y, sin embargo, una marca estuvo allí para convertirlo en su anuncio del año. No sin riesgo, por supuesto, pues de haber fallecido el protagonista en el intento, después del shock inicial, los chistes negros no hubieran tardado en aparecer y la marca hubiera salido muy mal parada, evocando un duro recuerdo para muchos cada vez que apareciera un anuncio. Es más, el habitual tono jocoso de las campañas de Red Bull hubiera podido considerarse irrespetuoso y toda una línea de comunicación haberse puesto en peligro. Era un riesgo que se corría pero, como Felix, los directivos de la empresa optaron por correrlo, conscientes de que los beneficios podían ser muchos y, por el momento, les ha funcionado. Habrá que ver en el medio plazo si esta campaña se refleja en ventas o imagen de marca.
Volviendo al programa de televisión en sí mismo, era evidente que rellenar tres horas de parrilla con un material tan pobre como el de la cápsula ascendiendo era una tarea poco agradecida. La presencia de expertos comentaristas en plató era imprescindible, pero llegó un momento en que las aportaciones era obvias, en que se daba vueltas sobre los mismos argumentos y preguntas sin aportar al espectador mucho más y la musiquita épico-aventurera que acompañaba al ascenso podía más que las aportaciones de los invitados. No entiendo que en el propio control de realización no acabaran desquiciados con el soniquete, que no retiraron ni llegado el momento definitivo.
Como he comentado en otras experiencias de televisión en directo, los profesionales de las retransmisiones televisivas tienen que aprender el valor de los silencios. Si el domingo hubo un momento para demostrarlo fueron esos minutos interminables en los que, desde el centro de seguimiento del salto, se iban enumerando todos los elementos a tener en cuenta antes de lanzarse al vacío. Una simple traducción simultánea hubiera sido suficiente, hubiera sido más valiosa incluso, pues ponía los pelos de punta escuchar paso a paso lo que estaba sucediendo en esa cápsula y lo que estaba a punto de ocurrir, pero no hubo manera: en plató no callaban y la música nos taladraba el cerebro sin remedio.
Pese a todo, el momento fue intensísimo, no solo por lo insólito del salto, también por la angustía inevitable de saber si el protagonista sobreviviría, algo que por momentos temimos no ocurriría, especialmente cuando Felix empezó a dar vueltas sin contro en medio de su caída libre. Parte de la audiencia estaba fundamentalmente atraida por el morbo de esta incertidumbre y escuchar la voz de Felix, vivo y feliz cayendo desde el cielo fue otro momento impresionante de la tarde.
Volviendo a la parte estrictamente televisiva del evento, era francamente impresionante ver la facilidad con que las cámaras captaron todo el evento: desde el ascenso del globo miles de metros sobre el suelo hasta los detalles del interior de la cápsula, pasando por la caída libre en la que no perdimos ni un momento la imagen o el tenso paso al vacío. Parece mentira lo rápido que nos hemos acostumbrado a que haya cámaras por todas partes, incluso en el cielo.
Muchos pensarán que esto ha sido todo una tontería, una locura de un tipo con mucho tiempo libre que encontró quién se la pagara y un montón de millones de personas ávidas de emociones fuertes aborregadas frente a la tele. Para mí, fue un momentazo televisivo y una campaña de publicidad que dará mucho que pensar a futuras generaciones de publicistas.
ACTUALIZACIÓN: Cámaras utilizadas en el evento (hasta 34)
¿La transmisión en streaming funcionaba? Yo no conseguí cargarla…
Respecto a la transmisión de TDP, menos mal que pillé el final de la ascensión y el salto… porque en el pequeño trozo que vi , no oía más que sandeces sin límite por parte de presentador e invitados. Llenar tres horas de transmisión sobre deporte ya es complicado, pero tres horas de ascensión en globo dan para decir todas las gilipolleces del mundo. Puestos a escoger, yo habría pinchado cualquier cosa y conectar en los últimos metros de subida. Es más fácil rellenar una hora que tres. Y los expertos… bueno, no sabía que hubiera una batería de expertos en saltos desde la estratosfera 😀
En fin, está claro que jamás llegaré a realizador de TV.