Todos los que habéis sido padres habréis comprobado cómo los niños son capaces de ver una y otra vez sus contenidos audiovisuales favoritos, como si fuera la primera vez. Es más, no es que sean capaces de disfrutarlos sin hartarse, es que prefieren ver aquello que ya conocen, lo piden cuando aún no saben manejar los aparatos y lo buscan cuando sus pequeños deditos ya saben cómo conseguirlo. De esta capacidad para entretenerse con lo conocido se alimentaban los episodios de los Teletubbies, que consistían en repetir el mismo bloque de entretenimiento dos veces en cada programa y no tenemos duda de su éxito.
A medida que vamos creciendo, esta capacidad de entretenernos más con lo que ya hemos visto desaparece y buscamos lo novedoso, lo inédito, la sorpresa, aunque un vistazo rápido a los programas de mayor éxito en cualquier época seguramente arrojaría datos curiosos sobre nuestras preferencias como masa consumidora de entretenimiento, mostrando patrones de comportamiento dirigidos a una búsqueda de lo familiar, lo conocido. ¿Cómo si no se explica que nuevas series busquen siempre referencias a productos ya emitidos? Nurse Jackie era la nueva House, Flashforward el nuevo Lost y así una y otra vez cada inicio de temporada.
Con este mismo argumento, las cadenas de televisión llevan más de una década construyendo su parrilla a base de repeticiones de lo más visto, especialmente desde que existen los ‘reality shows’, que han hecho de Telecinco, el ejemplo más claro de estas prácticas, un continuo ir y venir de vídeos y tertulias en torno a lo emitido en el prime-time, fundamentalmente, aunque también se retroalimenten programas de contenido rosa-amarillo. Cuanto mayor éxito tiene el programa, más se discute sobre él en otras franjas, más veces nos repiten los mejores momentos, alimentando ese espíritu infantil que aún debemos conservar porque, de otro modo, no se comprendería el éxito.
En casos como el de Gran Hermano, donde se suceden las peleas, las parejas se hacen y deshacen y las confidencias revelan historias conmovedoras o escandalosas, se entiende que existan tertulias que alimenten el programa, que se dediquen minutos y minutos a dar vueltas sobre estos temas que, dentro del programa en sí mismo, no tienen cabida y precisan de un espacio más allá de la noche de emisión. Distinto es en otros ejemplos, como los concursos de talentos. Si La Voz ha sido líder de audiencia arrasando dos semanas consecutivas con más de un 30% de share ¿quedará algún espectador de Ana Rosa o Sálvame, programas con la mitad de espectadores, que no conozca ya a sus protagonistas? Me resulta improbable y, sin embargo, nos cuentan de nuevo quienes han sido los elegidos, cuales han sido las reacciones más llamativas y cómo se han comportado los jueces del programa. En mi opinión, este sería el momento perfecto para cambiar de cadena, aprovechar que eso ya lo he visto para investigar qué están poniendo en otros canales, pero intuyo que no tengo el espíritu suficientemente joven, porque las curvas de audiencia no parecen mostrar este comportamiento evasivo y así, los programas repiten una y otra vez estos mejores momentos.
Hasta dónde yo sé, las cadenas de televisión no incluyen en su organigrama a sociólogos ni psicólogos, pero no podemos negar que algunos directivos llegan a conocer los comportamientos humanos de una manera que difícilmente se puede aprender solo estudiando. Que nadie se sorprenda si en alguna universidad, tendría que ser americana, claro, aparece la Cátedra ABC de comportamiento de masas teléfilas.
Yo creo que no se programa para gente inquieta como tú, que buscas y comparas, que te enfadas cuando cortan una serie gracias a la «pauta única», que meditas por qué se dan algunas informaciones sesgadas en un telediario o que participas en foros de debate sobre televisión, que buscas la novedad y la calidad.
Se programa para el «borrego general» que no cambia casi nunca de cadena. La búsqueda del share mezcla repetir lo que funcionó con una pizca de novedad, pero sin pasarse. Al final te labras un público que no recibirá bien algunos cambios. El ejemplo de T5 con GH es perfecto porque esa misma cadena creó dos series de gran calidad que fueron un fracaso: Historias para no dormir o Vientos de agua. Es más fácil repetir Hospital Central veinte temporadas con argumentos trillados -y pienso que es una serie valiente- y no arriesgarse con cosas como Frágiles. La parrilla de T5 o A3 siguen pautas parecidas, cada una en su estilo. A3 se «libró» de corazones apostando por series de calidad y acertaron: el mismo cambio en T5 hubiera sido un fracaso.
¿Eso es sociología? No, es ensayo y error.