Ayer arrancaba la temporada de estrenos en las cadenas de televisión españolas con una de las apuestas más ambiciosas del año: Imperium. Planteada como spin off de Hispania, la exitosa historia de Viriato y Galba, esta nueva serie aprovechaba todo el tirón de la primera para seguir atrapando a una audiencia ya familiarizada con los personajes y las historias enrevesadas de la antigua Roma cuando la realidad histórica hacía imposible seguir estirando las desventuras de Viriato y los hispanos.
Con el salto a Roma, se permite además que nuevos espectadores se sumen a la parrilla de Antena 3, pues no es necesario estar al día de lo ocurrido en la serie original para reconocer rápidamente por donde irán las tramas, quienes son los villanos y dónde se plantean los triángulos amorosos, las venganzas y los dramas por suceder.
Se cambia así el escenario, dotando de frescura a todo el conjunto, cambiando la humildad de Hispania por las riquezas de Roma. Se cambia también la base de la acción, que pasa de pivotar sobre un grupo de personajes bondadosos, que sufren por defender a su pueblo y los suyos, que anteponen el honor y la amistad por encima de todo, a un grupo de protagonistas malvados y poderosos, que no temen hacer el mal, maltratar, traicionar y matar para sacar adelante sus más oscuras intenciones. Es un giro de 180 grados que mantiene sin embargo mucho de lo que nos enganchó de Hispania, especialmente ese malvado Lluis Homar interpretando a Galba, que sin duda pasará a la historia de la televisión como uno de los más grandes villanos que ha dado la ficción española.
Tras ver Gran Reserva, Gran Hotel o la propia Hispania, el espectador español ya está familiarizado con la factura de las series de Bambú y en las críticas vertidas por especialistas o simples espectadores se advierte un cambio notable en la manera de afrontar el visionado de sus productos. Si antes nos enfrentábamos a una serie española con la mentalidad de que, por el mero hecho de ser española, hay que ser menos exigente y podemos esperar menos calidad, ahora somos capaces de dejar eso a un lado y apreciar matices en los que nunca nos habríamos fijado. La gente empieza a hablar de la escenografía, de la puesta en escena, de la música, elementos hasta ahora desapercibidos en nuestra ficción porque el espectador no pasaba de ese primer plano en que se encuentran interpretación, diálogo o vestuarios. Bambú lo ha conseguido, vive un momento dulce, muy peligroso por otra parte, pues ha dejado el listón muy alto y estar a a la altura de uno mismo no es fácil.
Pero no todo es ideal en el Imperio de Roma. El episodio de ayer pecó de cierta falta de ritmo, con largos monólogos y algunos momentos solo para el disfrute de la vista (un plano que arranca en la calle con Aura Garrido vestida de rojo pasión es un auténtico cuadro). Un ritmo pausado que quizá sea complicado de vender en un mercado como el del prime time, donde no puedes descansar ni un minuto o pierdes la atención del espectador.
Excesiva encontré la ambientación musical, algo alta en volúmen y en mi opinión innecesaria para crear tensión en algunas escenas ya de por si bastante potentes. Una música grandilocuente y más propia de escenas de batalla o acontecimientos épicos que de enfrentamientos sutiles a dos o crímenes por cometer. Por momentos, lograba distraerme de la acción y hacerse protagonista.
La audiencia no estuvo muy generosa ayer con la serie, que apenas cosechó un 10% de share, superada en más de cinco puntos por Spanish Movie y en casi cuatro por el machacón programa Nada es Igual, que ayer aún logró producir horas y horas de programación a cuenta del espeluznante caso de Ruth y José. El intento de Antena 3 de adelantarse a todos con este estreno quizá no haya salido del todo bien, habrá que esperar a ver los datos de la próxima semana, pues sería una pena que la serie no alcanzara una media mejor, porque es un gran producto.
Y por último un mensaje directo a los productores: no os perdono que hayáis matado a Iván Sánchez y además tan pronto. ¡Sóis malvados!
Otras críticas: Vaya Tele