Hace un par de días me quejaba aquí de la incapacidad de algunos concursantes de ‘realities’ de darse cuenta, después de años y años de ejemplos en prime-time, de hasta qué punto las cosas se pueden poner feas cuando uno participa en este tipo de programas. No es solo que te supere la crítica y escarnio colectivo cuando haces cosas que pueden ser malinterpretadas o criticadas por una sociedad que no pasa una, también está la incapacidad, como miembro del grupo, de reconocer los hábitos del público a la hora de votar y su más que habitual apoyo al más débil, al que es atacado, al que se convierte en una víctima de sus compañeros.
En el libro que Gilda Santana ha escrito sobre sus diez años como guionista de Gran Hermano, tenemos prueba evidente de estos movimientos para salvar al más débil que se desencadenan de forma natural entre los votantes anónimos de un ‘reality’ cualquiera. Ella como guionista del programa lo ve claro, creo que nosotros como espectadores lo captamos también a poca atención que prestemos y en cuanto vemos un par de resultados de votaciones y, sin embargo, los concursantes parecen incapaces de apreciarlo e insisten en convertir en ganadores por goleada a aquellos a los que más desprecian.
Pero estos errores de bulto no parecen exclusivos de concursantes sin cabeza aspirantes a famosos de corrillo, los profesionales del entretenimiento también pecan a veces de no conocer las dinámicas de grupo y en estos casos tiene aún más delito, pues después de años viviendo de los fans, parece inconcebible que un veterano artista como Miguel Bosé no sepa un poquito de estas cosas. Y así ha pasado en El número uno donde, de tanto proteger a una de las concursantes, Laia Vehí, el público ha terminado harto y ha dejado de votarla para que siga en el programa: algunos por la manía que un exceso de protección y favoritismo provocaba y otros porque, a la vista del protectorado que el jurado ejercía sobre la cantante, han considerado innecesario gastarse el dinero en enviar sus mensajes de apoyo. Resultado: Laia a la calle y Bosé haciendo un drama y acusando al público de no tener gusto ni puñetera idea de música, como si eso hubiera sido alguna vez necesario para triunfar en el mundo de la canción.
Así a bote pronto se me ocurren al menos tres nombre de concursantes de Operación Triunfo que fueron avanzando a cuenta de un exceso de crítica por parte del jurado o el mal comportamiento de sus compañeros: Verónica, Ainhoa e Idaira y, junto a ellas, al menos otros tres concursantes de Gran Hermano en circunstancias similares: Ania Iglesias (GH1), Pepe Herrero (GH7) o Iván Madrazo (GH10).
Estos movimientos de votos, estos comportamientos gregarios sirven a los observadores para confirmar una vez más que el comportamiento humano es altamente predecible, pero curiosamente, los más interesados en predecirlo, los participantes directos del juego, no parecen verlo o entenderlo. Al final, no es importante si atienden a las evidencias o no, de hecho, parece hasta beneficioso para el espectáculo comprobar como caen en el mismo error año tras año y como se llevan las manos a la cabeza asombrados semana tras semana, incapaces de entender cómo es posible que el público no vea lo mismo que ellos. Surgen así las teorías conspiranoicas, la idea de que los vídeos se manipulan para mostrar una realidad diferente o el convencimiento de que el espectador es un ser sin gusto ni oído que no está educado para apreciar una voz deliciosa (en palabras de Bosé, que a mí Laia nunca me ha gustado). Y es que en televisión, como en todos los aspectos de la vida, los seres humanos seguimos siendo animalillos con instinto de supervivencia y conciencia de grupo, que nadie nos reclame otras cosas, que no estamos eligiendo un Premio Nobel.
Hombre, es que yo creo que la clave de estos programas es que la gente se comporte de manera natural, no haciendo cálculos complejos. Si cambiaran su forma de comportarse, el público también lo haría… y cualquiera sabe el resultado final. Pero lo que seguro ocurriría es que perderían audiencia, que es el objetivo principal, no que gane un concursante u otro.
Y en cuanto a los concursantes en sí, es que dedicarte a fingir tantas horas y tantos días es malo para la salud. Para eso preferirán que les echen antes que montar una película. Esto no es ficción, son realities y esa es la clave.