Cuando un programa de televisión es diario y lo ves con asiduidad, acabas por conocerte los nombres de sus protagonistas. Es lo que me pasa con Fama, a bailar, el reality de Cuatro que ya ronda el 10% de audiencia y que lamentablemente está acabando con el sueño dulce de Sé lo que hicísteis.
Veo el programa varias veces por semana y, si bien no me sé el nombre de todos los concursantes, si consigo conocer a los más representativos, bien sea por sus peleas (Marcos y Lorena), por su excelencia (Quique y Vicky) o por sus kilos de más (Susana) y desde luego, reconozco a los que están nominados para abandonar por sus nombres. Y yo soy tan solo una espectadora.
Por eso no puedo entender que alguien que hace el programa todos los días, que comparte además horas de trabajo con ellos y a quién pagan por ello no se sepa los nombres de los chicos quince días después del estreno del programa.
Hablo evidentemente de Paula Vazquez, una presentadora fresca y jovial, no diré que excelente, pero no está mal, a la que en este caso deberían deducirle una parte del sueldo por no hacer parte de su trabajo. Cada vez que tiene que nombrar a alguno de los concursantes se ve obligada a consultar sus notas y ayer, en el colmo de la torpeza, se llevaba a la concursante salvada en lugar de la eliminada y tuvo que ser avisada de su error por el pinganillo. No contenta con eso, al despedir a la eliminada (Tari), la llamó por el nombre de la salvada (Patri) en una prueba más de inoperancia.
Que digo yo que en una horita de sentarse con las fotos y los nombre te lo aprendes ¿no?