En estos días he visto dos series nuevas de las que no se ha hablado mucho últimamente, dos series que, aún siendo completamente diferentes en todos los aspectos, me han provocado sensaciones muy parecidas, aunque con un resultado final antagónico y contrario a la aparente calidad de los productos.
De una parte está la nueva serie de HBO, Girls, avalada por el siempre solvente sello de la cadena que no solo despierta interés en los espectadores, sino que además acelera las ventas internacionales, como en el caso de Canal +, que ya ha anunciado su compra y pronta emisión en España. Girls es una serie sin un argumento de relumbrón, tan solo el seguimiento de la vida de un grupo de veinteañeras y sus problemas para independizarse, encontrar un trabajo, una relación satisfactoria, en definitiva, su lugar en la vida.
Por momentos, el tono de la serie recuerda a Mad Men, no sabría decir si por esa tranquilidad con la que ocurre todo, si por el costumbrismo que destila o por la desinhibición de algunos de sus personajes a la hora de mantener relaciones sexuales o consumir excitantes (dado que no se puede fumar, habrá que animarse con algo), pero a lo largo de los casi tres cuartos de hora que dura el piloto no vemos, al menos yo, ningún personaje que destaque por su simpatía, su capacidad de sorprender o siquiera su belleza, todos son grises, monótonos, todos son tan sumamente normales, que, aun pudiendo reconocer a algunos de nuestros amigos en ellos, aún reconociéndonos a nosotros mismos en alguna época de nuestras vidas, es difícil encontrar un motivo para seguirla porque todo transcurre lento y sin emoción. Hasta la ambientación no acompaña, con una tonalidad marronácea en todas sus escenas que recuerda a una serie de época más que a un actual retrato de la juventud.
Puede que estos aparentes defectos lleguen a ser la clave del éxito de una serie como Girls. Puede que sea esa identificación con la más cotidiana de las realidades la que haga que los espectadores quieran invertir casi una hora de su vida en esta serie, en estas chicas, en sus desvelos de adolescentes con años de más, por el momento, yo prefiero esperar, ya me contaréis si merece la pena.
En otro mundo, completamente ajeno al de las series tranquilas de HBO, hace ya unas cuantas semanas que ABC estrenaba Missing, una mid-season protagonizada por Ashley Judd en el papel de una madre amantísima que, tras años de criar en solitario a su hijo tras un atentado que acabó con la vida de su marido (el de ella), ve como la tragedia azota de nuevo sus vidas con el secuestro del retoño, estudiante universitario en Roma (sí, se atreven a hablar en italiano en el piloto y no me preguntéis qué tal).
Si recuerdas una película protagonizada por la propia Ashley, de título Doble Traición, esta serie te resultará familiar. Las tramas nada tienen que ver con aquella, pues en este caso descubrimos que la protagonista ha sido agente de la CIA y no una sencilla ama de casa, pero algo tiene su manera de afrontar la búsqueda del hijo en un caso y del marido en el otro que resultan tremendamente parecidas. Si estás buscando una serie de acción inverosímil, de esas en las que todo es imposible, por lógica elemental, por tiempo, por recursos, por la implacable ley de la gravedad incluso, Missing puede entretenerte. Si buscas una serie de espías con bellos exteriores en algunas de las más conocidas ciudades europeas, también puede que le hagas un hueco y, si viste Undercovers, encuentres algunas similitudes, no necesariamente buenas.
Pese a todo, Missing entretiene. Es una de esas series que puedes tener puestas sin prestar demasiada atención, levantando la vista de lo que estés haciendo cada vez que la música se acelera para despotricar contra quienes quieren hacerte creer que un agente de la CIA inactivo desde hace más de una década conserva intactas todas sus cualidades y alguna más y volverla a bajar mientras su protagonista hace, literalmente, el mono en un edificio de oficinas. No esperar nada de una serie así es la mejor manera de asegurarte un rato de entretenimiento banal y prescindible. Ni se te ocurra pedirle más.
Por cierto, un secretillo: he visto el segundo episodio de Scandal y quiero ver el tercero ¿es grave doctor?