El Prime-Time es la guerra, así nos lo quieren transmitir en este arranque dominical del nuevo programa de Andreu Buenafuente y para ello recrean el desembarco de Normandía, con apariciones estelares de David Meca, Georgie Dan o Karlos Arguiñano, junto con algunas de las caras más conocidas de las cadenas del grupo Antena 3. Una pena que no se atrevieran a incluir alguna referencia a la competencia real de la franja, alguna doble de Aída, de Jesús Calleja, no sé, pero bueno, los incluyeron luego en el monólogo de Andreu, que rápidamente nos trasladó al pasado, pues es un calco del monólogo y el escenario de todos los programas de Andreu, secreto de su éxito y posible causa de su fracaso también. Lo malo de ser tan fiel a uno mismo es que aquellos espectadores que nunca han seguido el programa porque no es lo que buscaban, en apenas unos segundos sabrán que esta vez sigue sin ser un programa para ellos, salvo que la única razón por la que no acudieran a la cita diaria con Buenafuente fuera su horario de emisión.
En esta fidelidad a lo que siempre ha sido el programa de Buenafuente, el monólogo fue una simpática sucesión de chistes sobre lo más relevante de la actualidad que, en este caso, no podía ser otra que los accidentes reales, que tanto han dado qué hablar, en un ejercicio de normalidad que se agradece, más aún cuando lees que hace bien poco esto no era tan normal y podía costarte el trabajo. He de reconocer que, desde siempre, lo que más gracia me ha hecho de los monólogos de Buenafuente han sido sus silencios y sus gestos y en este caso, no ha sido una excepción.
Sí lo es la ausencia de la clásica mesa de los late-night, quizá innecesaria a estas horas en las que la taza de café no se vuelve imprescindible para mantenerse despierto. En su lugar, una buena colección de sofás que relajan la conversación y aumentan la capacidad de recibir a invitados colectivos, puesta a prueba con la presencia de tres de los más mediáticos cocineros de España. Quizá uno de los principales méritos de un personaje como Buenafuente sea su capacidad para llevar gente interesante a plató, algo nada sencillo en un tiempo en el que los famosos no encuentran demasiados programas en los que promocionarse, pero tampoco se esfuerzan demasiado por hacerlo, debido muchas veces a compromisos de marca, a rivalidades entre cadenas y productoras y otras razones absurdas por el estilo. Solo unos pocos logran que estos famosos vayan al «Programa de» al margen de la cadena en que se muestre y este puede ser uno de esos casos, aunque no olvidemos que el propio presentador se ha quejado varias veces de este tipo de problemas con algunos personajes.
Como pasa en muchas ocasiones con este tipo de programas de televisión que pretenden ser distendidos y donde los presentadores e invitados se conocen bien, a veces parece que ellos son los únicos que se están divirtiendo, que están de domingo en el salón y no consiguen que su buen rollo traspase la pantalla, ayer ocurría con los cocineros. No solo eso, si de algo peca Buenas noches y Buenafuente es quizá de falta de ritmo, una característica más propia de un programa nocturno que de uno de prime-time, como bien señalan con tino Borja Terán en su blog y Jose Díaz en Vaya Tele.
Ese es el principal defecto que le he visto yo. Otros han viso un defecto mucho mayor: el plagio. Y no, no se refieren al plagio de sí mismos y el programa que lleva más de una década (o dos) haciendo por distintas televisiones, sino a algunos de los chistes del guión que, según se comenta, estarían sacados de twitter, sin la correspondiente atribución a sus legítimos creadores. Como ya ocurrió con la famosa historia de los #tróspidos y su «apropiación indebida» por parte de Cuatro, no fueron pocos los espectadores del programa que anoche reconocieron en los gags chistes que anteriormente habían visto en distintas cuentas de twitter. La crítica, una vez más, no es al uso de estos chistes, sino a la falta de información respecto de su autoría. Aunque el caso es, en cierto modo, diferente al de aquellos #tróspidos, el fondo de la cuestión sigue siendo complicado y hasta tramposo porque ¿quién es el autor de un chiste? ¿tiene derechos de autor una gracieta que pueden pensar varias personas al mismo tiempo en distintos lugares? Todos hemos vivido la experiencia de escuchar el mismo chiste a diferentes personas y eso no significa que el autor sea la primera persona que nos lo contó, especialmente cuando se trata de cosas relacionadas con la actualidad, que despierta el ingenio de los seres humanos. E incluso, suponiendo que los guionistas quisieran atribuir los chistes a aquellas cuentas de twitter donde los han visto ¿cómo se integra esto en una conversación que pretende mostrarse fluida y natural? A mí se me antoja complicado, solo se me ocurre la aparición de las cuentas de usuario correspondientes sobreimpresionadas en pantalla pero ¿cuantos saldrían en ese caso a decir que esas cuentas no son las auténticas creadoras del chiste porque ellos lo vieron primero en otro sitio? ¿debe decirse que han sido extraídos de Twitter simplemente? ¿es acaso la red social la dueña de todo lo que decimos en ella? Difícil, muy difícil papeleta, que solo puede resolverse con la naturalidad que proporciona dejar escrito algo en una pintada callejera para lectura y experiencia colectiva.
Dejando polémicas aparte, no queda mucho más qué decir: si te gustaba Buenafuente en cualquiera de sus programas anteriores, te gustará su nueva oferta y además te podrás acostar a una hora razonable. Si nunca le diste una oportunidad porque tenías que madrugar, esta vez te lo han puesto fácil y, si nunca te entretuvo, no pierdas el tiempo porque nada ha cambiado. Sea una buena o una mala cosa, Andreu es tal y como siempre ha sido.
Bueno, a David Trueba le costó el trabajo porque era TVE… Buenafuente los hace en Antena 3. Dudo que ahora sí se puedan hacer esos chistes en TVE. Y menos en el limbo en el que se encuentra!!!
En cuanto a los chistes de twitter, es gracioso el corporativismo twittero. ¡Que nos citen! ¡Que nos citen! En fin. Copiar chistes de twitter no tiene ningún mérito, pero seleccionarlos bien sí que lo tiene. La cuestión es si los chistes elegidos por Buenafuente eran buenos.