Con el culo al aire es una de esas series que, solo viendo sus promos, ya sé que no voy a querer ver, si acaso echarle un vistazo durante el estreno, o entre pausas publicitarias de otro programa, quizá solo un momento antes de irme a dormir, por saber qué se cuece «en otros mundos». Porque ya sé que no me va a gustar, porque este tipo de comedias no me llegan, porque me resultan incómodas, porque es imposible que sea capaz de estar sentada frente a ellas hora y media por semana sin sentir algo de vergüenza ajena, no tanto por la serie como producto televisivo, sino más bien por lo que denota su costumbrismo y, peor aún, su éxito en audiencia.
Sin embargo, esta semana he visto un episodio completo. Como parte de la colaboración semanal que hago con Radio Euskadi para su programa La noche despierta, me comprometí a ver esta nueva apuesta de Antena 3 por la comedia que tan buen resultado está dando, aunque solo fuera por no resultar snob y comentar únicamente productos de ficción extranjera (básicamente norteamericana). Visto el último episodio, puedo decir que no me ha defraudado, entiéndase esta afirmación como confirmación de todo lo planteado en el primer párrafo.
Con el culo al aire es una de esas series llenas de gente con muy buen corazón, pedazo de panes con dientes a los que la vida ha tratado muy mal y quienes albergan un corazón enorme que se deja ver en su capacidad de unirse y apoyarse en los momentos difíciles, cuando de verdad es necesario y haciendo que cale un mensaje de bondad y de fe en la sociedad y en los seres humanos muy necesario en cualquier momento, más aún en este difícil que vivimos. Si, muy grande y muy bonito todo pero, para llegar a estos momentos Disney, se pasa por un montón de situaciones disparatadas protagonizadas por gente paleta, gente que grita, situaciones cutres, abusos de confianza insufribles en el mundo real y enredos previsibles que pueden hacerte reír, pero a mí solo consiguen sacarme de quicio o directamente aburrirme. Eso si, la serie no engaña a nadie, es tal cual han prometido en sus promos, verde y con asas.
Pero yo lo siento, esto no es para mí y, según parece, tampoco para la Federación de Campings que, en un nuevo ejemplo de no diferenciar la realidad de la ficción, ya han salido a protestar oficialmente por como se retrata el mundo del camping, como se ridiculiza y, añado yo, cómo unos señores hechos y derechos no saben diferenciar la realidad de la ficción. Vamos a ver: las series, como todo producto de ficción, tienen que desarrollarse en algún sitio y no siempre vale el espacio sideral para que no se mosquee nadie. Así, a veces las tramas discurren en un camping, como otras pueden hacerlo en un plató de televisión, en un bar de tapas, en un hospital o en la casita del abuelo de Heidi y eso no significa que los personajes y las situaciones que se dan reflejen realidad alguna ni sean representativos de ese tipo de escenarios. Luego nos quejamos de que en este país las series están deslocalizadas y echamos de menos exteriores lustrosos como los de Nueva York o Los Ángeles que se pueden ver en las series y películas americanas ¡cualquiera se atreve!
Por no terminar con una nota negativa, agradecer a Antena 3 su esfuerzo por hacer de internet una realidad alternativa, y no me refiero con esto a una que no existe más que en la imaginación de algunos, sino a una posibilidad real a utilizar cuando no podemos o queremos ver las series y programas a su hora de emisión habitual. Los episodios ya emitidos de Con el culo al aire puede verse en la web de la cadena de forma gratuita y a cualquier hora, pero además, también podemos adelantarnos al estreno del episodio siguiente por algo menos de dos euros, para los espectadores más impacientes. No creo que sea esta una de esas series por las que no puedes esperar pero, dado que a la cadena no le cuesta apenas esfuerzo ni inversión poner a disposición del público esta opción, me parece excelente idea.
La serie es cutre como ella sola, pero lo de la Federación de Campings ya es de traca. Qué manía que tiene la gente con sentirse ofendida por todo. Me aburre la falta de sentido del humor que hay en este país.