Algo tan común en otros paises como un debate entre los aspirantes a gobernar es, en España, un acontecimiento. Nunca sabemos si los candidatos aceptarán enfrentarse a las cámaras de televisión, ni cuantas veces aceptarán hacerlo pero, cuando por fin se deciden, el despliegue informativo es mayúsculo, pese a la falta de interés por parte de la población, los efectos casi imperceptibles sobre los resultados de los comicios (que bonita palabra) y lo tremendamente aburrido del formato.
Sin embargo, es uno de esos programas en los que, como profesional, tiene que ser un gusto trabajar. Quienes hemos vivido los nervios de un directo especial sabemos que es una sensación incomparable y este tipo de eventos, pese a su rigidez, son únicos, casi tanto como una boda real o una ceremonia de inauguración de olimpiadas. Por supuesto, no hay color entre unas cosas y otras, pero el hecho de que sean eventos únicos y muy seguidos por tantos ojos en diferentes partes del mundo hace que se vuelvan más interesantes para un profesional de lo que pueda ser un record de audiencia como una final de un mundial o un Madrid-Barça, que al final no dejan de ser un partido de fútbol más, con exactamente la misma rutina que un amistoso en pleno mes de Agosto.
También debe ser impresionante para quienes trabajen en el «plató» estar en un salón de actos de más de 300 butacas absolutamente vacío, con la tensión que se respira entre ambos candidatos, ese sonido hueco que provoca el rebote de las palabras sobre el vacío (importante trabajo para los técnicos de sonido).
Y empieza el debate: la primera impresión es muy viejuna. De una parte, esa intro de la Academia de la TV con una sintonía que seguro no era moderna ni en los 80 (señores, hay que renovarse un poco). Después, ese Manuel Campo Vidal que arranca el programa saludando en varios idiomas a las distintas cadenas europeas como si estuviéramos en el festival de Eurovisión (sinceramente, queda algo paleto) y el inicio de los discursos de ambos candidatos que ya habían sido aventurados por los periodistas en las tertulias de la mañana como si del propio José Luis Uribarri se tratara.
Entrando en lo anecdótico, me llama la atención la crítica constante que se ha venido haciendo en los últimos días sobre el coste excesivo de este debate, pero no se criticaba el coste por el coste (más de medio millón de euros en los tiempos que corren parece una barbaridad) sino que era un dinero que le costaba al ciudadano. En realidad el debate ha sido pagado por todas las televisiones que lo emitían, en función de su audiencia media y por tanto, de los presupuestos del estado solo salía una parte de este dinero, que si, que es una parte grande, pero no son medio millón de euros. Podrían haber optado por no emitirlo y dejar que fueran las televisiones privadas las que cargaran con el coste, pero entonces habríamos criticado que las televisiones públicas no lo tuvieran en parrilla. ¿Que podría haber sido más barato? Pues seguramente.
Y volviendo al plató, dos cuestiones menores que, en un programa como este, tan centrado en dos personajes, resultan tremendamente curiosas: que nadie haya caído en la cuenta de que un foco haría brillar la calva de Rubalcaba de forma tan llamativa y que el maquillaje de candidatos y presentador hicieran que, visto en Antena 3, el debate pareciera un anuncio de Los Simpson.
Del programa, poco queda que decir, y siempre ocurre lo mismo: por mucho que los comentaristas hayan afirmado que este nuevo formato con distribución del tiempo más libre, lo hacía más dinámico, solo ha habido momentos de tensión televisiva cuando ambos candidatos hablaban uno encima del otro, se pisaban los argumentos y se acusaban de mentir. Así se entiende fácilmente que funcionen programas como Sálvame.
Querida Susana, llevas unos días la mar de inspirados, me entusiasmaron tus últimos comentarios, especialmente este con el que coincido al 100%.
El fogonazo de la calva, desaparecía cuando Rubalcaba giraba hacia su izquierda, no me puedo creer que nadie hubiera caido en este detalle.
Muchas gracias, por tus comentarios, que me relajan todas las mañanas, un abrazote
Luis