El problema del éxito en cualquier profesión o actividad que uno desarrolle es que puedes llegar a perder la perspectiva de muchas cosas, especialmente de aquellas que te han llevado dónde estás, comenzando así un muchas veces inevitable deterioro de uno mismo y las virtudes que le han llevado dónde está. Lo vemos cada día en todos los ámbitos de la sociedad y, en mi opinión, eso es exactamente lo que le está pasando a Sálvame y sus colaboradores, que de un tiempo a esta parte han dejado de ser una parodia divertida de sí mismos para convertirse en todo aquello que la gente pensaba que eran pero que, en realidad, mirado bien de cerca, solo parecía que eran.
Pese a sus grandes broncas, a sus idas y venidas de plató, a sus enfrentamientos de primero de teatro y a sus personajes episódicos, Sálvame era un programa que no se tomaba en serio a sí mismo y que por tanto debía verse como un chiste, como una ficción, como un gran montaje televisivo cuya única intención era entretener a base de algo tan antiguo como el propio teatro: el mamporrazo al de enfrente, en este caso en forma verbal.
Sin embargo, últimamente han decidido que son los guardianes de la dignidad y del respeto, los necesarios defensores de la clase media, los únicos que pueden hablar con autoridad de aquellos temas que sacan a la palestra y que nadie más puede utilizar so pena de perecer aplastado por las hordas pandilleras del programa. Así, han renunciado a llenarse la boca de bollos y otros productos de la tierra para llenársela de grandes palabras y sentencias vitales en lo que algún psiquiatra podría definir como delirios de grandeza. Yo, como no soy médico, diré que se están belenestebanizando y seguro que me entendéis ¿vale?
Lo de Belenestebanizando es literal. Yo antes lo soportaba a ratos, por eso, porque parecía una parodia de sí mismos y efectivamente no daban la sensación de tomárselo en serio. Pero es que ahora no hay quien les tosa, cualquier comentario en su contra suponen un linchamiento barriobajero y acudiendo a nulos argumentos. No lo soporto. Me pongo de una mala leche porque encima nadie tiene derecho de réplica. Si replicas, mal, y si no lo haces también. A mí eso me suena a bullying francamente… y nunca me gustaron los abusones.