Ya lleva un tiempo apareciendo por las pantallas de televisión, es el José María García de siempre, el que no deja títere con cabeza cada vez que abre la boca, el que parece estar regañando al espectador en cada gesto. Reapareció glorioso ayer en Veo7 junto a Pedro J.Ramírez y Eduardo Inda, en un muy comentado debate a tres que, lejos de versar de fúbol o deporte en general, sorprendió atacando temas políticos de lo más variado.
El formato del programa era un tanto extraño, pues el público preguntaba desde la grada a los periodistas como si estos fueran los responsables de aquellas cosas sobre las que se inquiría y no unos meros comentaristas. Las preguntas además estaban preparadas, como pudo comprobarse en algún plano certero de quién escuchaba mientras el espectador detrás de él, micrófono en mano, parecía estudiarse un papelito con la siguiente pregunta a hacer. Nada fuera de lo común en televisión, pero normalmente escondido, aunque sea por cuestiones de estética.
Allí dónde está José María García no habla nadie, ni el mismísimo Pedro J. era capaz de interrumpirle o comentar sobre sus palabras, como la defensa del equipo contrario cuando ve avanzar a Messi y no logra interceptar el balón o siquiera hacerle falta, absortos como están en contemplar su juego. García es un animal televisivo, la única persona que hoy por hoy podría desbancar a Sálvame en capacidad de encantador a las serpientes, él lo sabe y además tiene para todos.
Preguntaba hoy en Twitter el director de El Mundo sobre la opinión que suscitaba entre quienes lo vieron la presencia de Inda y García hablado de política, economía, sociedad y no solo de fútbol. Como espectáculo televisivo ha estado bien, como digo, tener un comunicador que arrasa con todo lo que pilla por delante, que conoce a todos los personajes representativos del país desde que eran unos simples funcionarios y que conserva una excelente memoria para recordarlo, es un activo difícilmente superable. Sin embargo, soy de la opinión de que un periodista no puede hablar y analizarlo todo por el simple hecho de ser periodista.
Como todos en nuestro trabajo, nos especializamos en alguna tarea concreta sobre la que, algunos años después, llegamos a tener autoridad; en el caso del periodismo, desde la aparición de tertulianos, parecería que el mero hecho de ser periodista otorga autoridad para hablar de casi cualquier cosa y la realidad es muy distinta, pues son muy pocas las mentes privilegiadas que alcanzan a saber de todo. Esto significa que, si bien me puede resultar muy entretenido escuchar a conocidos profesionales de los medios hablar de cuestiones de actualidad, no le doy más valor que el de una conversación de café con compañeros de oficina o incluso con aquellos desconocidos de sala de médico que, en no pocas ocasiones, entretienen más la espera que las rancias revistas que ponen a nuestra disposición.
Que tal estuvo el locario de Inda?