Nos quejamos a menudo de la poca oferta de programas edificantes que hay en televisión, sin pararnos a pensar que, en ocasiones, algunas de las ofertas de entretenimiento más sencillas son, al mismo tiempo, una manera de enseñarnos otras culturas e historias que, presentadas de otro modo, serían mucho más difíciles de hacer llegar a una mayoría de la audiencia.
Casos como Pekín Express, con su evidente carga de preproducción y situaciones creadas para el bien del programa de televisión, es uno de esos ejemplos que podrían simplemente pasar como concurso y que, sin embargo, muestran muchas de las cosas que pedimos a los documentales de sociedad y viajes: bellos paisajes, alusiones a pasajes de la historia de las ciudades y paises por los que pasan, recreación de las costumbres locales, hasta gastronomía típica y don de gentes de aquellas familias que acogen a los concursantes en sus hogares.
Al final, como tantos otros, Pekín Express es un programa de superviviencia y convivencia, pero en este caso nos entretiene con otras cosas que, no solo lo hacen más atractivo que ver a unos cuantos personajes haciendo nada en una isla o casa futurista, sino que permiten culturizarnos de alguna manera y retener ciertas ideas sobre sociedades y culturas lejanas que muchos de los espectadores nunca se han molestado en conocer.
Por este motivo, la idea de que la fusión de Telecinco y Cuatro nos convierta Pekín Express en otro reality más de famosillos me da mucha pena, pues la idea de sustituir a los personajes anónimos por otros más reconocibles solo puede significar una cosa: que se dejará a un lado la parte más didáctica del concurso, para hacer hincapié en la manera que estos nuevos personajes afrontan su paso por el programa, destacando sus broncas personales, sus historias amorosas o sus trampas; generando historias, forzando conflictos que alimenten la polémica y permitan a Telecinco explotar lo que mejor sabe: la bronca constante, la toma de posiciones por parte de colaboradores y espectadores.
Según parece, la producción de una versión de famosos no significaría que la de anónimos fuera a desaparecer, lo que podría permitir que la muy adorada Raquel Sánchez Silva permaneciera como presentadora de la versión clásica, mientras que Jesús Vázquez fuera a parar a la versión VIP. ¿Habrá sido esto un apaño de última hora al ver el apoyo que la presentadora recibía en las redes sociales? Y lo que es más interesante ¿hay sitio en Cuatro para dos ediciones anuales del mismo concurso o se quemará el formato?
En realidad es bastante lamentable, es como algo que habría dicho en broma acerca de la fusión. Pero por desgracia, me temo, dice bastante de lo que podemos esperar. Me parece tan innecesario, como una mala noticia para la diversidad de oferta televisiva en general.