Ayer se lió una buena bronca político-televisiva entre un representante del PP de Navarra y la serie Cuéntame, por la recreación que de la ciudad aparecía en el episodio que de esta serie se emitía el pasado jueves en el que, según parece, se mostraba a los pamplonicas como ciudadanos proetarras (o eso es lo que alega el diputado navarro Santiago Cervera para pedir la comparecencia de Oliart).
Al no seguir la serie, desconozco cual es exactamente la imagen que de Pamplona se daba en este episodio y soy de las que siempre defiende que los programas de televisión que son ficción son precisamente eso, ficción, y por tanto pueden contar lo que les de la gana y como les de la gana, adornando o exagerando a su antojo aquello que narran, en virtud de un desarrollo más vistoso de las tramas.
El problema quizá viene cuando se está produciendo una serie de ficción, con protagonistas completamente inventados y cuyo parecido con la realidad es mera coincidencia, a los que sin embargo se ambienta en una etapa especialmente relevante de la historia, una época que forma parte de la trama, que es la base de la mayor parte de las cosas que ocurren y que, en no pocas ocasiones, ofrece imágenes reales extraidas de documentos de aquellos años, años que por otra parte aún se recuerdan entre los espectadores por ser especialmente recientes y convulsos.
Ahí es donde la ficción debe ser tratada con mayor cuidado, pues se está ofreciendo al espectador una dosis de ficción enmarcada en un documental histórico, lo que la convierte en un documento audiovisual especialmente atractivo y con una serie de limitaciones que las obras de ficción estricta no poseen. No se trata de censurar a ninguno de los creadores de Cuéntame en función de ideologías partidistas o sentimientos nacionalistas, sino de asegurarse de que, después de varios años educando al espectador en el visionado de una ficción ambientada en documentación, de pronto no se cambia de planteamiento y se pasa a la ficción absoluta.
Desconozco como eran las cosas en 1978 en Navarra, por lo que no puedo opinar sobre lo acertado de la ambientación que el pasado episodio de Cuéntame mostraba, pero sí considero que la defensa de lo mostrado no puede ampararse en un «es una serie de ficción».
Los responsables no han comentado nada sobre el tema y Oliart parece que no se molestará en hacer declaraciones sobre el asunto. Mientras tanto, la gente está molesta con que nuestros políticos se dediquen a «perder el tiempo» con estas cuestiones, algo que podría debatirse ampliamente en otro tipo de blogs. En este, lo interesante es debatir cuando y cuanto es ficción una serie de televisión.
Confieso que ni sé cómo era Navarra en el 78, ni ahora porque no he estado, pero viendo el capítulo del jueves pasado, para nada me llevé esa impresión. Siempre he entendido que en Cuéntame trataban de dar una perspectiva equilibrada sobre las cosas, y del mismo modo entendí lo de Navarra como una situación especial en la que había unas personas que estaban a favor de los etarras.
En cuanto a lo de ficción o no, yo creo que evidentemente se debe a un cierto rigor, por la proximidad de la época que representa, y porque de lo contrario estaríamos hablando de re-escribir la historia con intereses dudosos, pero sin embargo, como serie de ficción que es, me parece lógico que se busquen los resortes dramáticos propios de la ficción. Es decir, hay que entender que van a buscar el conflicto y el implicar a los protagonistas.