Anoche Cuatro estrenaba la primera entrega de su nuevo 21 días, con la reportera Adela Úcar en lugar de Samantha Villar. Por primera vez, si no me equivoco, la producción salía de España para retratar las miserias de quienes se ven obligados a vivir en un vertedero, en este caso en Nicaragua.
Me gusta la idea de salir al exterior, de no limitarse a vivir o denunciar lo que ocurre en nuestro país, no solo porque abre el abanico de posibles temas a tratar, también porque convierte el formato en uno más internacional, más exportable y eso siempre es bueno para la industria.
21 días en un vertedero ha sido una de las entregas más duras de este programa que he podido ver, durísima prueba de fuego para una Adela Úcar que se estrena a lo grande en un programa difícil, por las circunstancias que reflejan y por lo complicado de sustituir a Samantha Villar, que ha impregnado de su propia personalidad todas las entregas, en ocasiones con gran acierto, en otras con exceso de dramatización, pero dejando su huella personal, que siempre es un gran mérito.
Precisamente por esta huella clara que ha dejado la presentadora original del programa es difícil subirse al carro en marcha y no caer en sus mismos giros interpretativos, probablemente el único defecto que pude encontrar anoche en Adela, aunque suficiente para resultar incómodo y poco natural. Lo más imitado: las conversaciones a cámara con frases grandilocuentes, que ademas resultaban tremendamente artificiales al estar editadas en varias tomas.
Para protagonizar 21 días es necesario ser un gran profesional, tener la piel muy gruesa y la cabeza muy bien amueblada, pues es un trabajo duro y tres semanas pueden hacerse muy largas. El premio es un buen programa de televisión, la capacidad de denunciar injusticias sociales y habitos peligrosos y el reconocimiento de muchos a una tarea bien hecha. Precisamente por todo ello, quién conduzca el programa no necesita imitar a nadie porque bastante mérito tiene ya atreverse a vivir lo que se cuenta. Por eso debe impregnar la historia de su propia personalidad y no limitarse a contarlo sino, como bien dice el slogan del programa, vivirlo de la forma más personal posible.
Samanta Villar sí que salió fuera de España, concretamente en 21 días en la mina.