Sí, llevo meses sin pasar por aquí, sin escribir, sin comentar nada de la actualidad televisiva. No he dejado de ver series ni televisión en general, ni muchos menos he dejado de seguir a mis recomendadores de cabecera, de ver las nuevas propuestas que han generado todo el ‘hype’ de los últimos meses o la continuación de algunas de las series que más ruido hicieron la pasada temporada. He dejado de escribir porque, después de 13 años dándole a la tecla prácticamente cada día y, a pesar de que todos los años hay productos que me emocionan, que me enganchan, que simplemente me entretienen o que me aburren hasta morir o que me enfadan, escribir sobre cualquiera de ellos puede convertirse en una constante repetición de frases hechas, de descripciones manidas, de lugares comunes, aunque solo lo sean en mi propia cabeza.
Trece años dando vueltas sobre la construcción de personajes, sobre determinados giros de guión, sobre la capacidad para construir una historia coherente o simplemente de sorprender con algo nuevo o hacer apasionante un camino recurrente, conduce a un tedio que es difícilmente superable y que me hace admirar a quienes siguen encontrando la manera de acercarse a sus lectores, no ya sin aburrirlos, sino sin aburrirse a sí mismos. Esto es lo que me ha pasado a mí, que me aburro de barajar las características destacables de cada programa que comento, aunque en el conjunto den lugar a algo diferente, y eso no significa que no haya series que merezcan la pena, y mucho, significa simplemente que me cuesta encontrar la manera de contar por qué merecen la pena o por qué huir de ellas sin que parezca que he metido las consideraciones de siempre en la coctelera y las he ido sacando hasta rellenar el post de turno.
Hoy, sin embargo, me siento con ganas de pasar por aquí a comentar unas pocas cosas que me han gustado en estos días, que me han entretenido especialmente y, sobre todo, que me han hecho pensar cuánto de ‘Woman Power’ hay últimamente en las series en un tiempo en el que son precisamente ellas las que reclaman esta atención, estos papeles, este primer plano que durante años se les había negado y que hoy, indudablemente, está cambiando. Si es fruto de un momento puntual de la historia o está aquí para quedarse es algo que tendremos que valorar en los años venideros pero, hoy por hoy, no podemos negar que algunas de las series más comentadas y destacadas del panorama internacional están protagonizadas por mujeres, sin ser series para mujeres, ojo, pues no se trata aquí de producir la clásica novelita romántica para captar a la audiencia femenina, que ya no se conforma con eso sino de construir personajes complejos, ricos, aspiracionales, llenos de matices y fuerza.
Me atrevo a decir que a la cabeza de todas estas series está The Good Fight, una serie que ha logrado conservar todo lo bueno que tenía The Good Wife y mejorarlo, en un ejercicio de brillantez que nos tiene a todos embelesados y que, en esta alabada capacidad de poner a las mujeres en el lugar protagonista que merecen, lo hace por partida doble, encaramando a lo más alto del pabellón a una Diane Lockhart que, no solo es mujer, sino que además tiene una edad a la que muchas de las actrices hace tiempo se vuelven invisibles. Durante un tiempo afirmé que The Good Wife era la mejor serie en emisión y ahora, aunque llevo varios episodios de retraso, creo que decir lo propio de The Good Fight no es nada descabellado. Sus constantes referencias a la actualidad política más reciente e incluso la manera en que se adelantan a la actualidad social son una de sus características más brillantes, como ya la eran en la serie original.
Pero no es esta la única serie protagonizada por mujeres que está llenando la red de halagos, la producción de BBC America que podemos ver en HBO, Killing Eve, también ha despertado a los seriéfilos en las últimas semanas y esta original historia, basada en el clásico juego del gato y el ratón, ha divertido a muchos, sorprendido a casi todos y, sin duda, es una de las candidatas a mejor serie del año en las listas de muchos de los que la han seguido hasta el final. En mi caso, que ya la he terminado también, he de reconocer que no he sentido la misma pasión que la mayoría de quienes la recomiendan con fervor, pero me ha gustado verla, me ha resultado una buena inversión de mi tiempo y toma un par de caminos sorprendentes que me han hecho dar un respingo en el sofá. No sé hasta que punto esta persecución infinita tendrá suficiente chicha como para construir una segunda temporada sin saltar el tiburón demasiado pronto, sobre todo si tenemos en cuenta que están ya todas las cartas boca arriba, pero pueden contar conmigo para descubrirlo.
Una de las cosas interesantes de Killing Eve es ver como una mujer se siente cómoda en el papel de asesina a sueldo, una tarea reservada hasta ahora para los hombres, rudos, despiadados, sin escrúpulos. Es verdad que Oksana está «un poco» loca y es ahí donde radica su frialdad a la hora de matar a sus víctimas, y no tanto en la maldad que damos por descontada cuando se trata de un hombre, pero parece ser tendencia y en Mary me mata, otro de los estrenos más comentados del momento, vemos a otra mujer que asesina en serie, aunque esta vez sea por caridad, por un bien mayor, por una convicción sobre el derecho de los enfermos terminales a morir con dignidad. Pese a la evidente diferencia entre una y otra, ambas protagonistas suponen un cambio en la manera de crear los personajes femeninos, hasta hace poco privados de algunas de las características que hacen especiales a estas nuevas heroínas y que sin duda resultan más que atractivas para el espectador.
Mary es la nueva Dexter de las series, una asesina fría y calculadora que, pese a contar con un fin que puede considerarse loable, se ve manchado cuando cobra un dinero por ejercer de instigadora en ese suicidio asistido que, a todos los efectos penales, es un asesinato o, como mínimo, un homicidio. No digamos ya cuando las cosas no salen del todo bien a la primera y hay que tomar medidas excepcionales. Dexteriana en su motivación y muy parecida a Nurse Jackie en su desempeño personal, este primer episodio me ha gustado y me ha generado cierto interés por su desarrollo, al contrario que a otros espectadores, que ponen en duda la capacidad de generar una historia suficientemente rica con una premisa tan simple. Siguiendo con la comparación, si Dexter duró 8 temporadas, a Mary yo le veo recorrido y ya la tengo programada para grabarse en serie.
No se lo veo tanto a Vis a Vis, otra de la series de mujeres malvadas, delincuentes y sin problemas para matar a quién haga falta que, recuperada por Fox tras su paso por Antena 3, ha vuelto con todas sus principales características intactas, con la misma fuerza con la que pasó por la pantalla en sus primeras dos temporadas, pero sin una historia detrás que consiga interesarme del todo. La sigo viendo porque me gusta el conjunto, porque me gusta lo brutas que pueden llegar a ser en muchas ocasiones, aunque creo que ha perdido la capacidad de sorprenderme en este sentido, no porque se haya apartado de su crudeza o porque tengan ningún tipo de complejo, solo porque ya sé de lo que son capaces y ya no me echo las manos a la cabeza como antes, ya no aplaudo sus atrevimientos y la historia de fondo se ha vuelto repetitiva. Necesito que me den algo más y ahí estoy, con ellas cada lunes, pero mi impresión es que no vamos a llegar muy lejos.
De mujeres fuertes y de mujeres asesinas también hay mucho en The Handmaids Tale o Westworld, en los próximos días lo comentamos.