Mucho he defendido a Telecinco en general y a Sálvame en particular en los casi nueve años de vida que cumplirá próximamente el programa, pese a que en no pocas ocasiones nos han dado motivos más que suficientes para ponerles de vuelta y media o dudar de la proporcionalidad o conveniencia de sus contenidos.
Pese a que muchas de las cosas que han hecho en todo este tiempo hayan sido criticables y a pesar de que su aportación a la historia de la televisión sea más bien nula, siempre he defendido que su valor como entretenimiento está fuera de toda duda, su capacidad para hacer cuatro horas de televisión diaria es más que loable y su derecho a hacer una programación basada en el conflicto impostado y la crítica machacona, siempre y cuando no se incumplan las leyes, es exactamente eso, su derecho.
En algunos momentos complicados incluso he agradecido que existiera Sálvame, un rato de evasión en medio de jornadas de tensión que nos permite distraernos o simplemente relajarnos cuando a veces el resto de los contenidos televisivos nos hacen perder la paciencia o la vida nos hace perder la fe en la humanidad. Algunos de estos momentos han sido criticados precisamente por eso, por aportar normalidad en días difíciles, bien por los propios contenidos absurdos de siempre o por el hecho de mantener la programación habitual en momentos en los que el resto de cadenas se volcaban con dramas reales y no los que cada tarde suceden en el plató del programa.
Precisamente por esto no me cabe en la cabeza lo que hoy se ha decidido hacer con él, convirtiéndolo en un programa de análisis e investigación sobre el asesinato de un pobre niño de ocho añitos que nos ha dejado destrozados a todos por su crueldad, un asesinato incomprensible que merece un tratamiento informativo impecable. Un tratamiento informativo que, como ocurre prácticamente siempre, es torpe, precipitado y falto de tacto, pero que suele estar limitado a los programas matinales, los informativos correspondientes y, si acaso, algún especial informativo con expertos y no tan expertos, pero siempre con la pátina del periodismo, más o menos bien entendida.
Es en este contexto en el que hoy Sálvame decide hacer un especial con análisis e información sobre el brutal asesinato de Gabriel y no puedo evitar echarme las manos a la cabeza pensando en qué momento a alguien se le ocurre semejante barbaridad. No es solo el hecho de seguir con cuatro horas más de cobertura del caso después de la mañana completa con Ana Rosa y el informativo de mediodía, como si no fuera suficiente para un caso que además ni tiene respuestas aún ni tampoco, una vez que las tenga, tendrán tanto análisis, sino que se utilice el plató y los colaboradores habituales para hacer la cobertura. Porque me habría parecido exagerado e innecesario dedicar cuatro horas de la tarde a hablar del tema, pero no me hubiera parecido de mal gusto si lo hubieran hecho con los colaboradores habituales de sucesos y un presentador en condiciones. En su lugar, Mila Ximenez, Lidia Lozano o Terelu Campos se han sumado a un especial que, conducido por Paz Padilla, ha analizado el caso en la tarde de hoy.
Como era de esperar, la acogida no ha sido nada buena, en primer lugar porque si había un día para desconectar del horror con las chorradas de Sálvame era hoy, en segundo lugar y más importante, porque para hablar de algunas cosas hay que cumplir unos mínimos que definitivamente Paz Padilla no cumplía y aún hemos de dar gracias porque hoy no fuera día de Belén Esteban o porque María Lapiedra esté ya camino de Honduras y Víctor Sandoval lleve un tiempo retirado. Que estoy segura que son todos ellos estupendos seres humanos igual de horrorizados por la noticia como nosotros o como el más preparado de los periodistas de sucesos, pero no me parece respetuoso ponerles a abordar un tema tan delicado como este, ni por respeto al niño, ni a sus allegados, ni tan siquiera a ellos mismos como profesionales del entretenimiento, enfrentados a una tarea que les queda muy grande.
Ayer domingo a Toñi Moreno le tocaba hacer un papel similar en Viva la vida, con la noticia recién publicada y con la visita anunciada a bombo y platillo de la primera entrevista de Amaia y Alfred en la cadena. Pese a que podríamos encontrarnos con una situación similar, son tantas las diferencias entre un programa y otro que, aún siendo también entretenimiento, aún siendo también un programa precipitado que abordaba el tema sin que apenas hubiera información contrastada, cargado de emoción, dolor y especulaciones, las diferencias son abismales y Toñi Moreno salió airosa del papelón que le tocaba hacer. Incluso la entrevista a Amaia y Alfred, complicada por la tensión general que se vivía en plató y con la evidente incomodidad de los protagonistas ante la situación, consiguió en cierto modo cumplir con lo que la presentadora decía al inicio de la misma, recordarnos que hay gente buena, gente que nos despierta una sonrisa, que nos emociona con su ingenuidad, con su bondad, con su capacidad artística, que nos recuerda que la vida es una mierda a veces pero que otras está llena de cosas bonitas y que no podemos ni debemos olvidarnos de eso, hacernos olvidar el espanto por un instante. Pero es que Viva la vida no es Sálvame, aunque a menudo campe Toño Sanchís por sus pasillos.
Lo de esta tarde ha sido un despropósito muy grande y la culpa no es de los que han dado la cara frente a las cámaras. A veces me pregunto en qué piensan algunos cuando toman algunas decisiones.
[…] Leyendo lo que cuenta la Chica de la tele sobre cierto programa de telebasura, me acuerdo de lo que ayer mismo comentó Bob Pop en […]