Mucho tiempo sin pasar por aquí pero es que, como tantos otros españoles, estoy absorbida por el directo de OT. Hacía tiempo que no me colgaba tánto con un programa de televisión de estas características o, mejor dicho, nunca me había colgado tánto con un programa así, yo que no soy seguidora de Gran Hermano, por definición, el formato de consumo permanente por excelencia (y no, no estoy haciendo una comparación o un paralelismo entre estos dos formatos que solo tienen en común una cosa: esa preciada emisión 24 horas).
Pese a todo, he conseguido colar alguna nueva serie entre los tiempos muertos del talent, alguna mejor que otra, aunque parece que no hay una actividad frenética entre los seriefilos, no es una de esas etapas en las que parece que no vaya a tener tiempo para ver todo lo que me apetece y me entre la angustia porque no llego a todo.
He visto completa Tin Star, la serie protagonizada por Tim Roth y Christina Hendricks que, emitida por Movistar Plus en estreno simultáneo, prometía mucho más de lo que después ha dado. Puede parecer una tontería, pero el hecho de que la plataforma que emite la serie se esfuerce por traerla con tanta celeridad es un elemento a tener en cuenta, una pista sobre lo que se avecina, sobre la impaciencia que puede generar la serie y la necesidad imperiosa de verla. Yo cada vez que veo en las promos «Estreno simultáneo» procuro verla y saber a qué se deben las prisas.
Esta historia de un policía deshecho que acaba viviendo en un lugar remoto de Canadá, huyendo de su pasado y de sus malas decisiones personales y profesionales, se convierte en un cúmulo de desgracias y violencia que para mí no termina de despegar. La historia es lenta y por momentos agobiante y recuerda en cierto modo a Ozark, por la persecución que esconden sus paisajes montañosos y aislados que lo mismo inspiran un idílico retiro que un asfixiante destino. Buena ambientación, insuficiente tensión.
He empezado a ver también la muy aclamada Mindhunter, que por el momento me parece una serie de excelente factura y con la siempre solvente capacidad de Netflix para recrear épocas pasadas. Sin embargo, es una serie que exige gran atención, que pide al espectador un plus de trabajo que no todo el mundo está dispuesto a ofrecer y que además obliga a buscar el momento más adecuado para ver sus episodios. No vale eso de aprovechar un ratito para ponerla. Lo malo de esto es que, si dejas pasar mucho tiempo entre episodios, pierdes el ‘feeling’ con los personajes y es aún más complicado seguirla, pero tengo claro que quiero hacerlo, aunque tenga que empezar desde el primer episodios de nuevo.
Nada que ver con las dos anteriores, he devorado este fin de semana los cuatro primeros episodios de SMILF, una acidísima comedia de Showtime con toques de Ricky Gervais, Pamela Adlon y Lena Dunham en un cocktail explosivo representado por Frankie Shaw, madre soltera y sin trabajo fijo en el Nueva York más hostil al que puede enfrentarse una joven madre. Supuestamente, se trata de una comedia, pero la realidad es que no hay nada divertido en esta historia, amarga y cruel y en la que vuelve a demostrarse el atractivo televisivo de la cotidianidad, de la muestra sin complejos del día a día del ser humano. No llega a ser Better Things, posiblemente la mejor serie de estas características que he visto, pero está muy en su línea.
También he visto alguna serie española de las recién estrenadas, pero eso os lo cuento otro día.