¿Se puede hacer crítica de un programa de televisión habiendo visto apenas cinco minutos del programa? Podríamos decir que no, que no tiene mucho sentido pero, por otra parte, cinco minutos es muchas veces todo lo que necesita un espectador para decidir si se queda a o se va y, como espectadora que soy, eso es más o menos lo que tardé ayer en decidir que el nuevo programa de TVE presentador por Carlos Herrera era un horror, una antigualla, un programa propio de la televisión de los 90, de la mala televisión de los 90.
Lo intenté otro par de veces, aprovechando las pausas publicitarias de El Objetivo, el programa contra el que nos decían quería competir Herrera, en un claro ejercicio de desconocimiento de lo que este nuevo formato iba a ofrecer porque, si algo está claro, es que los seguidores del programa de Ana Pastor o de la actualidad informativa (representada hoy en día por La Sexta) nada tienen que ver con los que puedan arrastrar Herrera, Lomana, Cadaval y compañía. Es la contraposición de un programa de análisis, con todas las pegas que le queramos poner, derivadas de elementos ideológicos de unos y otros que no podemos negar, frente a la superficialidad más absoluta, infantil y, por momentos, sonrojante.
¿Cómo lo ves? empieza a no interesarme desde su punto de partida: ofrecer la opinión de la audiencia sobre determinados temas que se ponen sobre la mesa. Al margen del interés específico de cada una de las preguntas formuladas, no alcanzo a ver el valor de las respuestas, su posible interés, el significado que pueda extraerse de un cuestionario más absurdo que los de la Cosmopolitan. Pero es que tampoco me interesa la opinión de los invitados en plató, una representación de diversos personajes populares que tienen valor cuando son entrevistados por su profesión, los que la tienen, pero cuyas opiniones sobre temas cotidianos me interesan tanto como la del viajero que insiste en darme conversación en un vuelo o la del tuitero al que no sigo pero insistes en retuitearme.
Todo esto se agrava cuando las sesudas preguntas sobre las que versa el programa son del tipo ¿qué sentimiento te provoca la bandera española? o ¿qué te molesta más: que la gente escupa en la calle o que orine en una esquina?. Grandes cuestiones filosóficas para las que se comprende hayan elegido a tamañas figuras del pensamiento filosófico como Pepe Navarro, Santiago Segura o Isabel Gemio.
Y pese a todo esto, las mayores críticas que hoy he visto hacia el programa se refieren a su incapacidad para mostrar algo de cintura y rehacerse sobre la marcha, informando puntualmente sobre los incendios que asolaban Galicia y que mantenían en vilo a miles de personas, entre ellas los habitantes de la ciudad de Vigo, rodeada por el fuego y acosada por informaciones abrumadoras, tanto las reales como las que con bulos pretendían sembrar un caos aún mayor. Se lamenta una vez más que La Sexta tuviera que erigirse en servicio público, informando a la ciudadanía de lo que estaba pasando, mientras la principal cadena pública no hacía ni una sola referencia a la crisis durante un programa en directo pero, dada la altura de la conversación y el debate, yo casi prefiero que haya sido así o hubiéramos terminado viendo una encuesta que preguntará ¿que le molesta más de un incendio: las virutillas de ceniza que manchan su coche, el olor a barbacoa que le queda en el salón o esos moquillos grises que le salen cuando se suena después de haber estado horas bajo la nube de humo?