Lo malo de abusar del éxito de un programa no es solo el hastío que puede producir en la audiencia, también el riesgo de, con la intención de mantenerlo vivo y fresco, terminar introduciendo cambios que lo conviertan en algo completamente diferente a lo que en su momento fue, lo que hizo de él un éxito.
Es lo que está pasando con Mi casa es tu casa, Mi casa es la tuya, El patio de mi casa, La casa de los vecinos y el alcalde, o como sea que se llama ahora el programa de entrevistas de Bertín Osborne, lo siento nunca consigo recordar el nombre exacto. Exitoso en su primera temporada en TVE por lo atractivo de sus invitados, por la manera de contar sus historias y por recuperar el género de las entrevistas de una forma sencilla y amena, en su paso a Telecinco y sin apenas pausa ha dejado de ser un simple programa de entrevistas para convertirse, entre otras cosas, en un programa de promoción, a menudo de sus propios personajes, otras veces como caldo de cultivo de otros programas de la cadena. Casos como el de los protagonistas de La que se avecina, Jorge Javier Vázquez o el anunciado de Paz Padilla son solo un ejemplo de cómo promocionar las caras conocidas de la cadena, de la misma manera que la presencia de personajes como Feliciano López no responde a otra cosa que al interés mediático que desde sus programas del corazón despierta su ex-mujer, por injusto que pueda parecer en un deportista de élite (pero aburrido como él solo en entrevista) como él.
De la autopromoción a la entrevista colectiva, pasando por la curiosidad que despiertan las casas en las que Bertín recibe a sus invitados, un punto que se renueva cada vez que cambia de casa pero que, ni de lejos, puede sustituir al interés por ver las viviendas reales de los invitados al programa. Parece claro que la cadena está buscando su sitio, sin terminar de encontrarlo del todo. Las audiencias ya no son las que eran, pero siguen siendo bastante razonables, lo que mantiene vivo el formato, pero tanto cambio no hace sino demostrar que algo se está moviendo en las tripas del programa.
Es en este contexto en el que, recién anunciados algunos de los nombres de los nuevos invitados a la casa de Bertín, me llama la atención la presencia de Pablo Alborán. El cantante, que fue el primer entrevistado del programa en su arranque en TVE, vuelve para promocionar su nuevo disco, de la misma manera que estuvo ayer en El Hormiguero haciendo lo propio. La presencia de un personaje que, varios años después, repite como invitado, da un nuevo color al formato, pues ya no estaremos ante una entrevista íntima como la de la primera vez, ya no nos encontraremos con un Alborán contando su infancia, su llegada a los escenarios, sus experiencias de niño, su primer amor. Todo esto que, muy especialmente en el caso de un artista tan introvertido como Pablo Alborán, era especialmente interesante en su primera entrevista, tanto para sus fans como para quienes no le conocíamos más que por sus canciones, queda en segundo plano para dar paso a la pura promoción de un disco. Obviamente, hay en la vida de cualquiera suficientes cosas que contar como para dar varias entrevistas, pero en este caso la repetición es indicativa de algo mucho más profundo: el cambio de estrategia sobre lo que es o quiere ser el programa.
Y no me parece una mala idea, aunque no la comparta. Creo que hay personas y personajes más que suficientes para cubrir temporadas y temporadas de entrevistas con Bertín, a la antigua usanza, sin necesidad de hacerlas de forma colectiva, sin necesidad de que Arévalo entre a hacer sus chascarrillos, sin que las caras de la cadena se aparezcan otra vez más, también aquí.
Alguien me sugería esta mañana que podría ser que no encontrarán candidatos a ser entrevistados, que haya alguna reticencia a acudir al programa pero, sinceramente, no veo motivo alguno para que esto pueda ocurrir. Por supuesto, siempre habrá alguien que no quiera dar entrevistas, quién no quiera darlas en Telecinco o quién no quiera pasar una tarde con Bertín pero, si algo tiene el programa, es que es absolutamente blanco e inofensivo para cualquiera que haya pasado por él. Si alguna crítica se lanza tras su emisión, siempre recae sobre el propio Bertín o incluso sobre Fabiola, pero no recuerdo una sola vez que el entrevistado se haya quejado de una mala edición de la entrevista o que haya sufrido por un malentendido derivado de sus palabras, si acaso, por lo que han dicho de forma consciente o por las ideas que defienden, pero de la misma manera que son criticados cada vez que se manifiestan en sus redes sociales o salen en la portada de las revistas. Si algo hace el programa es darles un altavoz para sus cosas y un tiempo televisivo en prime time que solo puede ser beneficioso.
Así, la razón para repetir invitado solo puede responder a ese intento de mover pequeñas cosas del formato para mantenerlo vivo y acudir a los nombres que estén de promoción por sus trabajos no es una mala idea, pues los unos se benefician de la exposición televisiva y los otros de la actualidad del personaje. Un cambio que no puede pasar desapercibido y que puede darle nueva energía al programa.