Tremenda decepción la que me llevé ayer con Las cloacas de interior, ese programa de Mediapro para TV3 que supuestamente destapaba un montón de sucios secretos sobre el funcionamiento del Ministerio del Interior y sus tejemanejes partidistas, tántos y tan escandalosos que era necesario emitirlo en todo el territorio nacional para que los españoles despertáramos de nuestro letargo. A la vista de que ninguna de las grandes cadenas lo quería, GolTV hizo la vista gorda sobre el hecho de ser un canal temático para albergar en prime time esta hora y media de revelaciones.
¿Revelaciones? ¿Escándalos? ¿Dónde estaban todas estas noticias que nos harían echarnos las manos a la cabeza? Porque es verdad que no había cenado aún y quizá está floja de entendederas cuando me puse a verlo, pero juraría que nada de lo que allí se contó era una primicia, ni un nuevo escándalo ni, mucho menos, una historia hilada con sentido. Todo lo que el documental contaba ha abierto informativos desde hace, no digo años, sino décadas, y horas de tertulia todas las que podamos imaginar, desde La Sexta hasta 13TV pasando por TVE o el 24 horas, tanto en gobiernos del PP como en la muy alabada época del PSOE de Zapatero.
El programa pretende erigirse en faro que ilumina una colección de miserias del ministerio del interior que, aún siendo evidentes y ciertas, no solo las hemos visto analizadas centenares de horas antes, sino que además se mezclan entre sí como si tuvieran un hilo conductor común, aparentemente el ministro Fernández Díaz, con quién empieza y termina el relato a modo de círculo cerrado, englobando las escandalosas grabaciones llevadas a cabo en su propio despacho, al pequeño Nicolás, los crímenes del GAL y hasta la creación de una corriente policial derivada de Fuerza Nueva en los primeros años de la transición. Menos de haber elegido el histriónico disfraz tras el que se oculta un supuesto funcionario de Interior, de todo lo demás aparece como responsable Fernández Díaz. El puzzle que arma el documental es espectacular, tomando verdades judicialmente probadas, verdades a medias y suposiciones para construir una imagen de España perfecta para los intereses de muchos de los que salen en el propio documental, algunos en imagen y otros solo en los agradecimientos.
Como producto televisivo, regular, como documento periodístico, solo si tenemos claro que es un resumen de 40 años de democracia y no la gran revelación sobre el funcionamiento del ministerio, que es lo que nos habían prometido.
Creo recordar que el hilo conductor son una serie de personajes salido del franquismo que siguen actuando en paralelo a los gobiernos de turno.
Y quizás el reportaje no descubre nada nuevo. Pero que no nos sorprenda, quizás, también debería sorprendernos. Especialmente porqué el PP ganó dos elecciones seguidas aún con todo ese percal. Así que sí, quizás seamos burros y quizás debamos ver 80 millones de reportajes igual para empezar a cambiar. O algo.