(OJO, SPOILERS SOBRE LAS TRAMAS DE LA SERIE. LEE BAJO TU PROPIA RESPONSABILIDAD)
Es la segunda vez que veo un producto televisivo y tengo la sensación de que debería convertirse en materia obligatoria en los institutos de todo el mundo. La primera vez me ocurrió con Catfish, que no siendo un gran producto televisivo como tal, sí es una excelente manera de mostrar a los jóvenes (y los no tan jóvenes) los riesgos de entablar relaciones online con personas a las que nunca han visto y lo fácil que es a veces pillarles con una sencilla búsqueda por imágenes de la que nos muestran como foto de perfil.
El caso de Catfish está basado en experiencias reales, cuenta experiencias que están pasando mientras se graban, a diferencia de Por trece razones, una de las series más comentadas del principio del verano y que yo terminé de ver ayer, entre lágrimas y angustia pero convencida de que, pese a ser una ficción, no debería pasar desapercibida entre los miembros de una generación cada vez más expuesta a muchas de las cosas que se ven en la serie y que, en última instancia, resultan ser motivos suficientes para acabar con la vida de la protagonista.
Por trece razones comienza algo floja. Su primer episodio está bien, pero no es una gran revelación y la estructura de los siguientes cinco o seis, dedicados cada uno de ellos a un solo personaje, se hacen algo tediosos y no invitan a ver el siguiente con urgencia. Es por eso que he tardado casi dos meses en terminar de ver una serie que empecé, si no recuerdo mal, en el mes de mayo y que, sin embargo, he terminado de ver en maratón este domingo, pues la narrativa crece con el paso de los episodios hasta una traca final brutal y absolutamente desgarradora.
La historia de Hannah Baker es la historia de muchos jóvenes de su edad, sometidos a una presión excepcional en un momento de sus vidas en el que aún no tienen su personalidad formada del todo, cuando las hormonas les descontrolan los sentidos y la capacidad de dotar a cada cosa la importancia que realmente tiene. Es en este ambiente en el que cualquier pequeña cosa puede suponer un muro infranqueable, pequeñas cosas que desde fuera pueden parecer poco importantes pero que, sumadas unas a otras, terminan siendo un verdadero drama que puede tener efectos devastadores en la personalidad de un adolescente.
Podemos pensar que lo que realmente mata a Hannah es la violación que sufre, pero esto es solo la gota que colma el vaso de una joven que, precisamente por todo lo demás, no encuentra manera de reaccionar ante su violador, no grita, no pega, no se defiende en ningún momento, porque llega a ese instante tan abatida por todo lo anterior que está casi medio muerta ya. Esta escena es realmente brutal, con esa imagen de Hannah apoyada sobre el borde del jacuzzi, con la mirada perdida perdida, muerta en vida. Es posiblemente la imagen más potente de toda la serie y aún así, la historia consigue devolvernos la esperanza cuando, después de terminar de grabar sus cintas, Hannah se siente con fuerzas para ir a hablar con el consejero del instituto y empezar de nuevo, solo para tropezar una vez más con la indiferencia y la falta de tacto, otro motivo más para que la serie sea de obligado visionado en los institutos, no solo para los alumnos, para los profesores también y para quienes no entienden que no es no pero que, a veces, tampoco hace falta verbalizarlo para que siga siendo no.
Por trece razones ha sido acusada de incitar al suicidio, de hacerlo atractivo, de convertirlo en un happening. No sé qué mentes preclaras son las que pueden ver en esta historia algo deseable, algo bonito de hacer, algo que un adolescente que no esté ya en ese estado mental de querer quitarse la vida puede entender como deseable. Yo soy de las que piensan todo lo contrario, que series así son necesarias para que entendamos lo que puede suponer una determinada actitud frente a los compañeros, lo que pueden dañar comentarios aparentemente inofensivos, actitudes que consideramos normales pero que, sumadas, terminan haciendo mella en un ser humano sensible y en un estado mental de decaimiento y esta serie lo cuenta tan sumamente bien, que no puedo dejar de insistir en la necesidad de que forme parte del plan de estudios de los jóvenes de cualquier instituto… y de sus profesores.
Me gusta cuando Clay dice al final de la serie, no lo estamos haciendo bien. Y se acerca de nuevo a su amiga a la q sin darse cuenta había dado de lado