Años y años oyendo hablar del ‘Pay-per-view’ o pago por visión como forma revolucionaria de ver contenidos audiovisuales y ahora resulta que hay quién nos da dinero por ese mismo visionado. Es la nueva campaña de Amazon para su negocio Prime, que incluye, entre otras cosas, el acceso libre a su biblioteca audiovisual, con títulos exclusivamente producidos para la plataforma.
Pese a ocupar algunas de las principales categorías en los distintos premios televisivos del año e incluso conseguir alzarse con ellos, Amazon tiene un problema con su negocio de vídeo, que es prácticamente transparente para el usuario. Es precisamente Transparent, una de las series de mayor éxito de la compañía, una que sin embargo no consigue ubicar a Amazon entre las principales opciones de consumo de un usuario que en cambio está absolutamente entregado con todo lo que la compañía ofrece a nivel comercio electrónico.
Centrados en los beneficios logísticos de ser cliente Prime, Amazon no logra transmitir que además de una tienda es también un proveedor de entretenimiento y así, en diciembre nos tenía que recordar algunos de los contenidos que ofrece y la manera de consumirlos, con un mail que mencionaba sus principales títulos: The Man in the High Castle, Mozart in the Jungle y la ya mencionada Transparent.
No parece que funcionara bien del todo porque seis meses más tarde vuelven a la carga, no solo recordando a sus clientes que existen, también ofreciéndonos dinero por ver sus contenidos. No es una cantidad muy grande, apenas 5€ y, como en casi todas las promociones de estas características, es necesario gastarse un mínimo de 35€ en una promoción limitada a una semana concreta de Julio, nada que no ocurra con la mayoría de promociones de estas características.
Lo importante de la iniciativa, lo que llama la atención, es el hecho de que una plataforma como Amazon, con series altamente reconocidas y premiadas, se vea en la tesitura de tener que ofrecer dinero a sus clientes para que vean estos productos porque no logran calar entre la audiencia. Parece evidente que no es suficiente con tener buenas producciones, con recibir buenas críticas, con tener el reconocimiento del sector, ni siquiera con tener buenos precios o darlo gratis. A veces hay factores ajenos a la idiosincrasia propia de un negocio que hacen que la propuesta de valor no cale en los usuarios, ni cuando la empresa es tan sumamente potente como esta, ni cuando tienen a mano todas las herramientas de promoción posibles y un mercado ya cautivo.
Estamos en un punto de inflexión en el que la oferta está muy dispersa y es muy difícil hacerse un hueco en el imaginario de las personas. Es cierto que llevamos décadas zapeando entre cientos de canales, pero todos ellos llegaban a nosotros a través de una misma pantalla y con un único mando en el que solo era necesario pulsar flecha arriba o abajo o un par de números. Hoy en día, el picoteo entre canales obliga a cambiar de pestañas en un navegador, escribir urls o pinchar en nuestros favoritos, incluso si tenemos una smart tv, hay que salir del espacio televisivo habitual para cambiarse al universo app, buscar, esperar conexión, sufrir la mala calidad de la gran mayoría de estas aplicaciones y, en última instancia, recurrir al ordenador y conectarse a la pantalla grande por medio de un Chromecast.
En definitiva, hay que salir de un universo que nos resulta tremendamente familiar y sencillo de utilizar para pasar a otro menos fiable en términos de usabilidad y donde el ejercicio de zapear no es tan fluido. Así, por mucha imagen de marca que tengan las producciones de unos y otros, hoy en día es más que nunca necesario saber qué series hay en cada plataforma y eso exige un trabajo mental al que no estamos acostumbrados a la hora de buscar entretenimiento. Hasta que no exista una manera de proporcionar al espectador todos estos contenidos por el mismo «canuto», no se podrá alcanzar un sistema ni mínimamente parecido al que tenía la televisión lineal y eso no parece que vaya a ocurrir nunca. Es el cambio absoluto del sistema de consumo, ejemplificado en una cosa tan obvia como la que inspira esta entrada: de pagar por ver a cobrar por ver.