No es ningún secreto que el principal interés de Gloria Camila en Supervivientes es su truculenta historia familiar: abandonada por su madre biológica, adoptada por unos personajes famosos en un país lejano, huérfana de madre de forma prematura, obligada a ejercer de madre de un hermano con serios problemas, repudiada por su hermana adoptiva, su padre termina en la cárcel tras una serie de hechos dramáticos… hay culebrones venezolanos que no tienen tantos elementos.
Sin embargo, su paso por la isla, que podría haber sido gris y limitado a rescatar algunas de sus declaraciones sobre su famosa familia ha resultado dar bastante juego por si mismo, con la particular relación que mantiene con su anticuado novio, su mal carácter, sus discusiones con sus compañeros y su falta de compañerismo, especialmente a la hora de compartir la comida y las recompensas que iba consiguiendo. Incluso en algunas de las pruebas físicas a las que se han enfrentando ha demostrado una fortaleza que no se esperaba de un personaje que, insisto, estaba allí para dar juego más con el bagaje que traía que con lo que pudiera hacer en la isla.
Tanto juego ha dado por sí sola que hasta la presencia de su padre, Ortega Cano, y su sobrina Rocío, la hija de esa hermana con la que no tiene relación y a la que reprocha un abandono total, han pasado bastante desapercibidos y no han supuesto en absoluto un elemento rompeaudiencias de un programa que ya funciona bastante bien solito.
Es por todo esto que la presencia de Gloria Camila en el debate de este domingo era tan interesante como la de cualquier otro concursante que haya generado vídeos, discusiones o enfrentamientos en la isla y, como tal, debería haber sido tratada. Sin embargo, la dirección del programa tomó la decisión de aprovechar toda la pre-historia de la concursante para arrancar por ahí una entrevista sin sentido, una a la que se sumaba la presencia de Carmen Borrego Campos, a saber, integrante de la familia en la que se ha integrado la hermana de Gloria Camila después de romper con la suya propia, abordando cuestiones más que manidas desde hace años y sin ninguna relación con el paso de la concursante por el programa.
Esto podría haber tenido algún interés, de hecho podría haber sido un caldo de cultivo de horas y horas de programas posteriores, de haberse hecho bien, es decir, de haber hurgado bien en la herida, malmetiendo y, sobre todo, llamando a las cosas por su nombre, algo que Sandra Barneda es incapaz de hacer. Podemos decir que esta actitud la honra y que es muy entendible que no quiera entrar en ciertas polémicas dolorosas para la persona a la que está entrevistando, máxime cuando afectan a la que ha sido compañera suya de programa en Hable con ellas. Muy entendible, pero no cuando eres presentadora de un programa en Telecinco, uno en el que además se ha decidido explotar esta parte de la historia para hacer audiencia.
Esto ya lo vivimos en su momento en Hable con ellas, un formato que conducía razonablemente bien cuando se enfrentaba a personajes con una historia y una profesión, incluso mostrando su carácter si era necesario, pero donde pinchaba claramente a la hora de enfrentarse a una entrevista que abordara la esfera más personal e íntima de los invitados de profesión paseantes de plató, esa que no quieren desvelar aunque sea en última instancia lo que les lleva a ser personajes de interés del universo Telecinco. El problema aquí es que Sandra Barneda es buena presentadora pero malísima actriz y por eso, cuando está incómoda, se le nota y mucho, haciendo que entrevistas como la de ayer, se vuelvan lentas, las preguntas se formulen a trompicones y cargadas de eufemismos y vericuetos y en definitiva, resulten un aburrimiento, algo que la dirección del programa ya debería saber y habría hecho bien en evitar, para hacer un mejor programa.
Esto a la audiencia general parece darle igual, especialmente en una noche de domingo sin rival en la que el debate brillaba sin necesidad de fuegos artificiales. Programas como Supervivientes y sus derivados no necesitan hacer grandes entrevistas ni destapar oscuros secretos de sus participantes para funcionar pero ¿no sería bonito que detrás de un formato que funciona hubiera también un programa que conoce sus limitaciones y las de sus presentadores para hacer un producto mejor?
El problema es que Sandra Barreda es una presentadora acostumbrada a «programas serios» y esto de masacrar al invitado se le viene grande, nii quiere ni le sale. Para eso el experto es Jorge Javier que de lo suyo sabe un buen rato. Se que gana mucho dinero y que esta donde quiere pero ver a una presentadora de la calidad de ella en ese tipo de programas a mi me da bastante pena.