Siempre he defendido que Sálvame es un programa con unas reglas muy claras en el que los colaboradores, e incluso aquellos que no lo son pero están permanentemente en el programa, saben a lo que van y perpetúan los conflictos en su propio beneficio, conscientes de cuales son las cosas que les reportan audiencia, presencia, relevancia y, en última instancia, dinero. Más o menos edificantes, los contenidos del programa no son importantes, es más, son más bien forzados, con encontronazos ficticios y provocados que a menudo se les van de las manos, como quién empieza a darse palmaditas en la cara jugando y termina por recibir un bofetón y, como tales, no deberíamos prestarle demasiada atención, ni mucho menos darle importancia más allá del mero entretenimiento, más allá del que le podamos dar al campeonato de WWF. Sin embargo, hay veces que los comentarios se les van de las manos y caen en agravios comparativos que podrían hacer mucho daño, especialmente si tenemos en cuenta el perfil mayoritario de los espectadores del programa.
Así es como este pasado jueves presenciamos el desenlace de una polémica que llevaban avivando desde hacía varios días, una que hablaba de un colaborador homófobo, uno que habría hecho unos comentarios despectivos en torno a la sexualidad de una compañera, unos que, a la vista de muchos de los colaboradores, deberían no solo ser afeados en público también, en última instancia, denunciados ante la policía por considerarse un delito de odio derivado de la condición sexual de la agredida. Mucha grandilocuencia, mucha gravedad, mucha indignación, para luego sacar a la luz un mensaje que terminó por no ofender a casi nadie más que a la propia protagonista, dolida en su amor propio por una frase idiota de alguien a quién consideraba su amigo. Tras la revelación, todo quedó reducido a «un comentario homófobo» que no un «compañero homófobo» y por lo tanto no había delito que denunciar. Mientras tanto, se han pasado una semana denunciando una grave afrenta, una que consideraban intolerable y por la que han llegado a pedir pena de cárcel. Ni son ellos quienes deben decidir eso, ni yo voy a meterme en un jardín que, como a ellos, no me corresponde, pero sí me parece un agravio comparativo cuando entramos en el segundo comentario que ayer se hacía en el programa.
Tres nominados a abandonar Supervivientes, uno de ellos está en la isla con su pareja y llevamos semanas escuchando críticas a la manera en que trata a su novia, lo que le dice o no le dice, cómo se lo dice y, sobre todo, lo que implica esa manera de tratarla. Catalogado de machista en numerosas ocasiones, afeada su conducta en directo por parte del presentador del programa e incluso de su propia madre y sometido a un escrutinio muy cercano cada vez que abre la boca para dirigirse a su novia (o a otras compañeras de programa), ha llegado a tener que pedir perdón por este comportamiento, algo que no ha hecho que más tarde haya caído de nuevo en los mismos errores. Hasta donde yo sé, sus reacciones no han sido lo suficientemente graves como para que la dirección del programa haya tenido que llamarle la atención seriamente, ni sancionarle por ellas, pero apuntan a un comportamiento que en estos tiempos resulta inaceptable, debe ser erradicado y, sobre todo, debe suponer un signo de alerta para cualquiera que lo sufra. Cualquier comentario que lo defienda, le reste importancia o lo quiera pasar por alto en virtud de otros objetivos resulta lamentable y eso fue exactamente lo que ocurrió ayer en Sálvame cuando Kiko Hernández tuvo la osadía de pedir a la audiencia que expulsara a otro de los nominados porque este, pese a que no trataba bien a su novia, daba mucho juego. ¿Perdón?
Por mucho que el programa, este y cualquier otro de la parrilla, se fundamente en discusiones, gritos, voces, lloros y drama generalizado, es importante conocer los límites de lo que decimos y no se puede estar haciendo campaña en contra de la violencia contra la mujer y luego justificarla porque da juego televisivo. Solo le faltó decir que hasta que no la pegara o la insultara no pasaba nada, porque daba juego. Es aún más importante en el contexto en el que se estaba produciendo, pues se estaba trasladando a la audiencia la tolerancia cero respecto a un comentario que ofendía a una compañera por su sexualidad, mientras se justificaba el trato incorrecto (no diré maltrato porque no lo he llegado a ver) a una concursante, solo porque con ello se pueden hacer vídeos para el programa. ¿Se daba a entender que ente compañeros no se pueden hacer ciertos comentarios pero que, si estos provienen de tu pareja, ya entran dentro de una normalidad aceptable? ¿Qué mensaje estamos trasladando a la audiencia? ¿Qué pasa con todas esas mujeres que son gritadas, insultadas y mal tratadas por sus parejas y que ven Sálvame a diario? Mal, mal, mal… y alguien debería darse cuenta y además, hacer algo.