‘Prime-Time’: el horario de máxima audiencia de la televisión, ese en el que se emiten las series y programas estrella de las cadenas y que proporcionan a los departamentos comerciales las herramientas con las que vender publicidad y, si además son buenos, arañarle unos cuantos millones de euros a la competencia. Hasta hace unos años, este ‘prime-time’ se asomaba a nuestras pantallas alrededor de las diez de la noche, una hora que ya entonces considerábamos tardía, pero a la que estábamos relativamente acostumbrados y que nos permitía acostarnos cerca de la medianoche, una hora habitual para las familias españolas y nuestra costumbres trasnochadoras.
Esta hora se fue retrasando año tras año, imponiéndose sobre los infructuosos intentos de algunas cadenas de tener horarios más razonables, principalmente La Sexta, que aún mantiene sus informativos a las 20:30, igual que Cuatro, no solo por la dificultad de competir con los muy asentados informativos de las principales cadenas, también en un horario heredado de sus intentos de ofrecer una parrilla más europea, adelantando un prime time que más tarde, con el éxito de El Intermedio, ha terminado por emitirse también alrededor de las diez de la noche. Pese a todo, su oferta estrella termina siempre antes de la medianoche, gracias a la emisión de unos formatos más cortos que empiezan entre 30 y 45 minutos antes que los de su competencia. Una estructura de parrilla nocturna compuesta de Informativo-‘Access’-‘Prime Time’, igual que la de TVE o Antena 3, pero que funciona en cuestión de horarios gracias, no solo a ese adelanto de la hora de emisión de los informativos, también gracias a la duración más razonable de los contenidos de la franja.
Sin embargo, los datos de audiencia de La Sexta no son lo suficientemente competitivos como para despertar el interés de otras cadenas por construir una oferta similar y así, año tras año, se ha ido retrasando y retrasando la emisión del prime-time hasta llegar a los extremos ridículos en los que nos encontramos. ¿Alguien se acuerda de la iniciativa de TVE para asegurarse de que su ‘Prime-time’ terminaba antes de la medianoche? ¡Si hicieron un logotipo y todo que aparecía en pantalla y garantizaba al espectador que podría irse a dormir antes de que su carroza se convirtiera en calabaza! No creo que durara ni un año completo y no solo eso, la deriva que ha tomado la programación de la cadena pública en términos de horarios es demencial e incomprensible.
No es solo que hayan introducido un innecesario ‘access’ (de los contenidos del programa de Cárdenas habría mucho que hablar también), es que el programa en cuestión es cada vez más largo y nos encontramos con que ayer, por poner el ejemplo más reciente, El Ministerio del Tiempo no comenzaba hasta las 22:50, un horario incomprensible, que solo se salva gracias a que su duración y el hecho de no emitir publicidad permiten a la audiencia completar el episodio a una hora más o menos razonable, cosa que no pasa con otros programas de mayor duración, como Masterchef. No son los únicos que estaban «haciendo tiempo» hasta casi las once de la noche: en Antena 3 El Hormiguero estiraba la visita de Tom Cruise y solo Telecinco, que emitía la larguísima gala de Supervivientes, había dado comienzo a su programación estelar a una hora decente, que de poco sirve cuando la expulsión, las nuevas nominaciones y la entrevista a la expulsada de la semana anterior no empiezan antes de las once de la noche, dejando todo lo anterior en puro relleno como el del resto de cadenas.
¿En qué momento pasamos de tener un prime-time a las 22:00 a tenerlo a las 22:30 y ahora más allá de las 22:45? Dos elementos se me antojan los principales culpable de este desatino. Uno de ellos, los éxitos de los equipos españoles en la Champions League, que emitida en Antena 3, hace que a menudo sus rivales tengan que esperar a que acabe el partido para arrancar su oferta, temerosos de sufrir un descalabro en sus datos si no lo hacen así. Incluso cuando el partido se ofrece en canales de pago, las principales cadenas suelen esperar, conscientes de que esta espera les beneficia en términos de share. A razón de dos partidos por semana durante gran parte del año, es sin duda un elemento a tener en cuenta. Y aquí es donde está la segunda derivada de esta decisión ya instaurada: el share. Si bien el consumo de televisión no ha descendido en los últimos años, sí es cierto que se ha diluido notablemente. La oferta es mucho mayor y los datos totales de espectadores han bajado mucho para un solo programa, haciendo que las cadenas tengan que inventar nuevas formas de engordar estas cifras para mantener sus ingresos. La mejor manera de hacerlo: alargar lo más posible la hora de emisión de los programas para reducir el número de espectadores que están viendo la televisión y así conseguir que su porcentaje sea mayor con respecto al total de la audiencia. Tan sencillo como tramposo. Una «trampa» que los anunciantes aceptan, como siempre han aceptado unas audiencias que son francamente mejorables pero que, a falta de otras mejores, llevan décadas regulando como se reparte el pastel publicitario.
Se impone una vuelta atrás en estas costumbres, una que no veo sucediendo en un futuro cercano, una que exigiría un acuerdo entre cadenas o bien un toque de atención por parte de los anunciantes, que deberían estar más interesados en el rating, en el número total de espectadores que ven los programas e incluso en lo atentos que estén a lo que ven, o si están siquiera despiertos frente a la pantalla, pues apuesto a que la audiencia que se registra a partir de las doce de la noche es, en su mayoría, una audiencia zombie. Pero ni unos ni otros parecen estar por la labor y, mientras tanto, el ‘prime-time’ desaparece y se convierte directamente en ‘late-night’, para regocijo de quienes prefieren que haya un solo espectador viendo la tele siempre y cuando ese espectador haya elegido su programa.
[…] No puedo evitar sonreír al leer la pregunta de la Chica de la tele: “¿en qué momento pasamos de tener un prime time a las 22:00 a tenerlo a las 22:30 y ahora […]