Hace mil años que no veo Cuéntame, así que no estoy capacitada para opinar sobre la salida de Juan Echanove de la serie en términos narrativos, aunque la excusa que han dado desde la productora sobre el creciente peso de las tramas de los actores más jóvenes no suena nada descabellada. Pese a eso, tenga sentido narrativo, sea una mera decisión empresarial o una manía que les ha dado a los creadores de la serie, sigo sin comprender cómo hay actores o críticos televisivos que se echan las manos a la cabeza ante este tipo de decisiones, como si la antigüedad de un actor en una serie fuera un puesto fijo de la administración.
Efectivamente, uno puede pensar como espectador o como analista que un determinado personaje tiene tramas más que sólidas para permanecer en una serie y es lógico pensar que un actor se sienta dolido e incluso maltratado si de repente su personaje es eliminado de la historia, como nos ha dolido a todos en algún momento ese proyecto fracasado o ese que ha seguido adelante sin contar con nosotros, tanto más cuanto mayor sea el tiempo que se lleva trabajando con un mismo equipo y unos mismos compañeros. A nadie sorprende que Echanove esté cabreado primero y disgustado después, pero eso no justificaría un hipotético sentimiento de autoridad sobre lo que Cuéntame debe o no debe ser.
De las declaraciones que he leído estos días se desprende un evidente disgusto y parece claro que el último día de Echanove en la producción no fue todo lo entrañable que él hubiera esperado, pero alrededor de eso unos y otros se han puesto las botas alimentando la idea de un despido injusto y un afán de controlar el destino de sus personajes por parte de los actores que no es lógico. Tanto si parte de la idea que Echanove tiene del poder que un actor debe tener sobre un guión, como si es puro clickbait de los medios, la idea que se transmite es, desde mi punto de vista, completamente equivocada: un puesto de trabajo como actor en una serie de éxito es una gran responsabilidad y al mismo tiempo una gran suerte, tan grandes ambas como la faena de que te eliminen de la historia por el motivo que sea, pero no es algo que esté en tus manos porque, lamentablemente para los actores, el devenir de lo que se cuenta es responsabilidad de los guionistas, que hacen lo que creen deben hacer para que la historia permanezca viva y exitosa. Se pueden equivocar como nos equivocamos todos, pero esa es su responsabilidad y no podemos apelar a los años de antigüedad para reclamar un cambio en los guiones, porque tantos años llevarán unos actuando como los otros creando historias.
Lo que si se puede reclamar es un buen trato a los actores y cualquier otro trabajador desde el punto de vista humano, pero esa ya es otra historia que no viene a cuento aquí porque ni tenemos los datos, ni nos corresponde analizarlos.
Es que Echanove lo que duda es que lo de la decisión narrativa sea un timo. Y creo que viendo los antecedentes en los que se mueve la productora de Cuéntame, no es descabellado.
Por eso me parece erróneo que centres el discurso de tu artículo precisamente en eso. No creo que ese sea el debate. Cuéntame pese a sus méritos, no es HBO. Así que ponerse dignos con sus guiones, cuando se sabe que es una producción de amiguetes (empezando con el marido de la Duato), pues me parece de coña, y seguro que es lo que le ha olido a cuerno quemado a Echanove.
Si crees que en España los guionistas tienen el poder que mencionas, es que conoces poco del gremio. Los guionistas hacen lo que les mandan, y eliminar a un personaje principal en una serie de tropecientos mil episodios en la que se inventan las tramas como churros, tiene un único origen: El jefe.