Ayer pude ver un ratito del nuevo programa de entrevistas de Antena 3, El árbol de tu vida, presentado por Toñi Moreno. Una vuelta de tuerca más, o quizá una menos, a los programas de entrevistas que en estosn últimos años han reflotado Risto Mejide primero y Bertín Osborne después.
En esta primera entrega, Moreno entrevistaba a Antonio Banderas, muy presente en las noticias en las últimas semanas tanto por su reconocimiento con la Biznaga de oro del Festival de cine de Málaga, como por sus preocupantes achaques de salud que, a base de rumores y desmentidos, han estado en boca de muchos. No necesita Banderas de estas cuestiones para tener interés como entrevistado, pero nunca vienen mal a la hora de alimentar el interés por su persona, algo que Antena 3 ha sabido utilizar en su beneficio.
El programa en sí mismo me ha resultado correcto. Toñi Moreno desprende una cercanía y un cierto candor que funcionan bien en este tipo de entrevistas y que le permiten preguntar con total naturalidad algunas cosas que otros quizá no se atreverían o lo harían con mal disimulo, como pueda ser el estado de la relación del actor con su ex-mujer o sus hijastros.
Hasta aquí todo más o menos bien, sin sobresaltos, ni mucho más que añadir. Lo que no logro entender es por qué nadie se ha molestado en entender que se hace imprescindible huir del programa que se está imitando para que no parezca una copia, aunque pensemos que lo que realmente estamos copiando es lo que nos va a dar la audiencia y los buenos resultados. No cabe en cabeza humana pensar que el programa de Antena 3 no es un calco exacto del programa de Telecinco ahora, de TVE anteriormente, porque es justo en sus detalles más característicos donde nadie se ha preocupado de ocultarlo.
En esta ocasión, la entrevista transcurre en un plató y solo en algunas ocasiones Toñi Moreno se traslada a la casa de otros para conocer a los familiares y amigos más cercanos al entrevistado, pero esto no es suficiente como elemento diferenciador cuando el discurrir del programa está salpicado de fotografías antiguas, de recuerdos del pasado, adornados con una música más que característica, unos covers de canciones muy reconocidas, que hasta puede parecer que son exactamente las mismas que en otros momentos han utilizado en el programa de Bertín, porque son prácticamente idénticas y hasta tienen lista propia en Spotify. Y es aquí donde todo se desmorona porque cualquier intento por diferenciarse, que los hubo, desaparece, porque el espectador ya no diferencia y porque uno no puede evitar preguntarse si no hay nadie en todo el equipo del programa con un poco de amor propio que levante la voz y diga «no, esto no lo hacemos que vamos a parecer un clon de un programa de la competencia».
Sí, ya sé, o mejor dicho, ya veo, que se trata de hacerlo igual, pero no entiendo como gente a la que le gusta su trabajo, gente que hace televisión, que crean cosas nuevas, que disfrutan inventando, no huyen de estas cosas precisamente por respeto hacia sí mismos y su trabajo. Aunque les guste una barbaridad el concepto, aunque crean que es lo más bonito del formato, aunque piensen que es lo que a ellos les hubiera gustado hacer, el momento ha pasado, ya lo ha inventado otro, no queda bien fusilarlo de esta manera y perder por completo el sello personal que se le pueda dar al resto del programa.
Yo no lo entiendo. Que se eligiera a Antonio Banderas, que también había sido entrevistado ya en el programa a imitar, pues tampoco.