(OJO: Spoilers sobre el episodio final de The Good Place. Lee bajo tu propia responsabilidad)
Me ha costado muchísimo terminar de ver la primera temporada de The Good Place. Después de un interesante comienzo, con una premisa divertida y la siempre atractiva presencia de Ted Danson y Kirsten Bell, lo cierto es que hace semanas que se me acumulaban los episodios y nada lo que ocurría me resultaba suficientemente entretenido como para seguir adelante con ella. Fue el título de esta entrada de Vaya Tele lo que me animó a terminar de verla, intrigada por cómo un determinado final de una serie tan tontorrona como esta podría estar en esa fina línea que separa la tomadura de pelo de la genialidad. Y así es como he llegado a completar la primera temporada, por el momento la única, pues no hay confirmada una segunda que, sin embargo, con este final tiene más visos de poder recibir la luz verde.
Por mi parte, no considero que este final se trate de una tomadura de pelo ni de una genialidad en toda la extensión de la palabra. El recurso que echa por tierra toda la verdad que hasta el momento se nos había contado es algo recurrente en la ficción televisiva, pero sí es cierto que lo que en muchas ocasiones echa a perder temporadas de éxitos con un final tramposo, aquí se convierte en una natural explicación a muchas de las cosas que han ido pasando en este presunto cielo y, sobre todo, abre la puerta a una segunda temporada que difícilmente habría encontrado justificación o tramas suficientes sobre las que construir los episodios de haber seguido sin este interesante borrón y cuenta nueva.
El interés de una hipotética segunda temporada nace ahora de la certeza de que los protagonistas no están en el paraíso, de que sus vidas allí están destinadas a ser miserables y de que los aparentemente buenos espíritus que les rodean son en realidad malvadas criaturas puestas ahí para hacer su vida desgraciada. Es exactamente el mismo planteamiento con que arrancaba la primera temporada, pero visto desde el lado contrario del espejo, en un ejercicio creativo curioso y brillante en toda la extensión que permite una sit-com ligera de estas características. Si a esto añadimos el elemento disruptivo del papel que Eleonor esconde para hacer recordar a su nuevo yo que hay algo que no funciona en el engranaje general de este cielo impostado, tenemos algo para enganchar a los espectadores que hayan podido simpatizar con los personajes pero que no hayan encontrado motivos suficientes para seguir una historia que, definitivamente no tenía demasiado recorrido.
No sé si finalmente se concretará una segunda temporada, ni tampoco si yo estaré interesada en verla si se da el caso, pero sí reconozco que la idea ha sido muy buena y que está lejos de ser una tomadura de pelo como otras decisiones narrativas similares que hemos padecido. Al final, no son los recursos creativos los que son buenos o malos, sino el uso que se hace de ellos, el contexto y las puertas que abren. Como queda claramente demostrado.
Creo que no eres la única a la que se le han acumulado los capítulos y a la que el título de la entrada de Vayatele recordó que seguía esta serie y le entro la curiosidad por el final. Personalmente espero que no la renueven por una segunda temporada, me encanta Kristen Bell pero la serie es capaz de dormir a una piedra, demasiado aburrida en mi opinión.