(OJO: SPOILERS. Comentamos sobre el desenlace de Mar de plástico emitido ayer. Lee bajo tu propia responsabilidad).
Estas eran las dos opciones que la semana pasada proponía Atresmedia para el episodio final de Mar de Plástico, un episodio emitido anoche con record de temporada, aunque no lograra ganar la batalla frente a La que se avecina, absolutamente incombustible; un episodio que nos dejaba un resultado final en el que el asesino no era uno solo y en el que el héroe lograba sobrevivir a una muerte más que probable.
Para los guionistas de la serie, la muerte de Pablo y la supervivencia de Héctor son un acto de justicia final tras la muerte de Marta, que nada tenía que ver con el asesino del martillo y que respondía únicamente a un arrebato de celos y violencia machista de su resucitado marido. Podríamos discutir qué hay de justo en que Pablo muera a manos de su viejo amigo en lugar de pagar por sus pecados en la cárcel, pero sería un detalle menor al lado de las dudas que me despierta la elección de descripción del final alternativo.
Y es que este otro final, que podría haber sido el elegido por la audiencia y que pudimos ver apenas unos pocos minutos después de finalizar la serie, apenas arriesga sobre el definitivo, apuntando en la misma dirección vital de todos los personajes, salvo en uno, el del protagonista, un Héctor que muere también en la batalla final en el desierto. Por qué esto se describe como venganza es algo que se me escapa, y la verdad es que tampoco me parece que sea un final tan distinto al otro planteado. Que Héctor muera o no es un mero matiz que, dada la vida de amargura que parece esperarle, sin la mujer a la que ama y habiendo matado a su mejor amigo, por muy asesino que este sea, no cambia mucho el conjunto de la serie ni la percepción final que de ella nos vaya a quedar, hasta el punto de que la diferencia es de apenas una escena de segundos: bien a lo Horatio Caine, bien con Lola recogiendo sus pertenencias. Poco riesgo en la elección.
Dos finales sin riesgo que sin embargo no deberían ensombrecer una producción que, con sus defectos, que los ha tenido, ha sido una muestra más del buen hacer en la ficción de Antena 3, con productos complicados, nada complacientes con el espectador medio y con mucha personalidad: en este caso, marcada por la aridez del entorno en el que se grababan los exteriores, esa sequedad del desierto de Almería, ese tono anaranjado que lo saturaba todo y esas actuaciones exageradas a todos los niveles que podríamos hasta justificar por el calor, la tensión y lo claustrofóbico de vivir en un entorno como el de Campoamargo.
El arranque de Mar de Plástico fue muy prometedor y aunque la serie ha ido flojeando a media que avanzaba, especialmente en esta segunda temporada, nos ha dejado unas cuantas actuaciones memorables, como la del siempre solvente Pedro Casablanc o las de Patrick Criado, Andrea del Río y Federico Aguado. Estupendos secundarios que han demostrado lo importante que es una buena elección de reparto más allá de los personajes principales, otro clásico de la ficción nacional reciente.
Mar de plástico se despide a tiempo, antes de pudrirse en un ir y venir de asesinatos sin sentido, antes de estirar inútilmente una línea argumental que nunca nació para ser tan larga, una dificultad con la que tendrán que aprender a vivir nuestros guionistas de drama, acostumbrados como están a que las series no duren mucho más de una temporada, si llegan, y que está dando algunos problemas narrativos cuando su trabajo resulta ser apreciado por la audiencia y renuevan temporada. Es difícil planear una historia sin saber si puede echarse el resto en una única temporada o hay que guardarse cosas para otro año, si se pueden ir cerrando tramas a medida que se avanza o es mejor dejar cabos sueltos por si viene bien retomarlos más adelante en una nueva petición de episodios. Es el día a día de unos guionistas que desde ayer, ya estarán pensando nuevas historias. Y si son así, yo compro.