La de ayer no fue, ni mucho menos, la mejor de las galas de Tu cara me suena, pero no sorprende en absoluto que haya subido su audiencia en la misma noche en que su máximo rival, Sálvame Deluxe, volvía a bajar en resultados.
El programa de entretemimiento de Antena 3 está pasando por su mejor momento, no solo por la calidad del show que saca adelante cada noche, también por la incapacidad de reaccionar de un programa tan estable y duradero como Sálvame Deluxe, que no encuentra un objetivo suficientemente interesante en su habitual dinámica de despellejar a los famosos de largo y medio pelo.
Ni siquiera el regreso de la Pantoja a los escenarios ha logrado convertirse en eje central de su discurso, pese a que están construyendo sobre ese pilar y, tras el éxito del reencuentro de Operación Triunfo en TVE, parece que estén jugando todas sus cartas a una sola baza que, por el momento, no está dando los resultados buscados, ni creo que llegue a darlos.
Sobre la base de destapar un presunto mal rollo entre los ex-concursantes, a modo de justicieros que deben defendernos de la milonga de que todos ellos se llevan realmente bien, la edición diaria del programa y su versión de prime-time ha encontrado en Alejandro Abad un filón para rellenar minutos. El productor de la más famosa canción de la primera edición de OT, que casualmente ya colaboraba con el programa de Telecinco, ha visto su oportunidad para llevarse otro pellizco económico a costa de los triunfitos y no ha dudado en sacar a pasear todas sus manías personales y secretos, reales o inventados, para hacer caja día sí y día no.
Con lo que no contaban ni Abad ni los responsables del programa es con la dificultad de hacer sangre de unas personas que, pasado el primer momento de fama y tras algunos tropiezos profesionales y personales, nunca han ocupado la primera página de las revistas del corazón, que nunca se han vendido ni han sacado provecho de su fama, que no han ido pidiendo guerra como sí hacen otros muchos de los protagonistas habituales del programa. Curiosamente, si con alguien hubieran podido generar expectación hubiera sido con David Bisbal, Bustamante y de paso su mujer Paula Echevarría o la propia Chenoa quien, más allá del momento cobra, no ha sido objeto de gran crítica. Sin embargo, no han sido ellos los elegidos para ensañarse y el público no parece haberlo entendido.
Atacar a un heladero, una profesora de canto o una chica Disney no es un contenido que la audiencia aprecie, por mucho que hace quince años fueran los más famosos de España, como tampoco lo es perder el control sacando todos los trapos sucios de un Naim Thomas que ya tuvo los arrestos de enfrentarse a cualquiera por defender su integridad a costa de ganar un buen dinero o un Juan Camus que, no siendo el más simpático de los exconcursantes, estaba lo suficientemente retirado del mundo farandulero como que para estos ataques personales parezcan gratuitos y hagan que gane mucho en simpatía entre quienes nunca le tuvieron especial aprecio.
Se equivoca Alejandro Abad con su lenguaraz descontrol, pero más se equivoca Sálvame siguiendo por este camino. La audiencia mayoritaria de los viernes disfruta mucho cuando se pone a algunos personajes populares frente a sus contradicciones o cuando estos van a la tele a contar sus miserias y las de aquellos que les rodean, pero todo parece tener un límite y aquí la línea roja está clara: si no te has metido nunca con nadie, si no te has vendido a la prensa rosa, si lo que te ha hecho famoso es algo tan inofensivo como cantar y llevas 15 años intentando ganarte la vida sin pisotear a nadie ni aprovecharte de nadie, que la tele venga a sacar tus trapos sucios de forma indiscriminada no solo parece injusto, es que a la gente no le gusta.
No lo digo yo, los datos están ahí.
Gran entrada. Coincido al 100% y nada en absoluto que añadir.