Black Mirror ha vuelto y, en esta ocasión, lo ha hecho en Netflix, convirtiéndose seguramente en uno de los hitos de consumo inmediato más importantes de la plataforma, no muy dada a la comunicación de datos de estas características.
Basta sin embargo con echar un vistazo a nuestro alrededor y ser conscientes, por sus comentarios en cualquiera de sus redes sociales, de cuantos de nuestros contactos estaban el viernes por la mañana ansiosos por dar comienzo al fin de semana y disponer de algo de tiempo para, al menos, comenzar a ver la serie, que desde primera hora del día era trending topic en Twitter y que no ha dejado de generar más y más comentarios todo el fin de semana. Mucho se comentó de la caída del servicio el día del estreno de Luke Cage, pero apuesto a que los datos de aquel fin de semana nada tienen que ver con la expectación creada en torno a este regreso.
Pese a la gran expectación o quizá por ella, la temporada no ha sido de las mejores o al menos no ha abordado el mismo tipo de cuestiones a las que nos tiene acostumbrados, optando por introducir la tecnología y los cambios que está provocando en la sociedad de un modo más cercano a la ciencia ficción clásica que a la realidad distópica a la que nos tiene acostumbrados Charlie Brooker.
Sí, lo que se nos muestra es una realidad que vemos posible en el corto o medio plazo, con cuestiones que no nos resultan del todo ajenas o lejanas y cuyos procesos entendemos fácilmente, pero la presentación de las historias busca la creación de intriga y suspense, el no saber qué está ocurriendo realmente y el descubrimiento, solo muy al final, de que se trata de una perversa utilización de la tecnología. Esta es una diferencia esencial con respecto a las dos temporadas anteriores en las que, desde un principio, conocemos qué está ocurriendo y con qué herramientas se plantea este futuro indeseable y a menudo aterrador y el desarrollo de la historia nos permite acompañar a los protagonistas en su irremediable caída.
En esta tercera temporada, solo el primer episodio es claro desde el principio, y de hecho es el que más se parece a los que habíamos visto antes, con esa obsesión por el like tan propia de nuestro tiempo. Los otros seis episodios son maravillosos, apasionantes, intrigantes, imprescindibles, pero creo que son otra cosa, que se apartan del camino narrativo original y que, como espectadores, nos hacen ejercitar el cerebro de otra manera durante el visionado, generando debate y reflexión solo cuando han terminado. Brooker ya no pone las cartas sobre la mesa en los primeros minutos de la historia sino que juega con nosotros, reservándose una de las cartas fundamentales para mostrarla solo al final. Sigue siendo brillante, pero es otro juego.
Pese a todo, la retorcida mente del creador sigue estando ahí como elemento esencial de las tramas, nos perturba su capacidad para ver más allá de las ventajas obvias de la tecnología, nos desvela pensar que en las manos equivocadas pueden pasar cosas terroríficas, sobre todo porque somos conscientes ya de que esas herramientas están ya en las manos equivocadas y no podemos evitar preguntarnos si Brooker es un visionario, un genio o simplemente un paranoico. Lo que nos queda claro es que nadie como él ha conseguido hacernos pensar de esta manera con una serie de televisión, que su obra es pura filosofía a veces y que es, sin ninguna duda, una de esas producciones que elevan la televisión y que nada tienen que envidiar a ensayos literarios, canciones de profundidad digna de un premio nobel o inmensos documentales.
Black Mirror es IM-PRES-CIN-DI-BLE. Y punto.
Esta serie me parece buenísima, las historias son interesantes, están muy bien contadas, con el tempo perfecto, y sin finales «abstractos» de esos que te dejan con la impresión que no sabían como terminarlo. Por otro lado nada extraño en las series británicas, que suelen ser más profesionales que comerciales, y que no se alargan hasta perder todo el sentido mientras den dinero como hacen los americanos.
Lo que es curioso es que detrás de esta serie este Endemol (los de Gran Hermano) y que perfectamente los temas que se tratan en la serie podrían ser el futuro de Gran Hermano, cuando se nos vaya un poco más la cabeza 😉 todo llegara..
Los capítulos se pueden ver de manera independiente, esta todo tan bien montado que, aunque sea una serie, perfectamente se podría hacer un largometraje interesante de cualquier capitulo. Supongo que por eso Netflix le ha echado el ojo.