Que un programa de TVE logre una audiencia de más de cuatro millones de espectadores y supere en más de diez puntos de share a su inmediato seguidor, es un dato que nos hace plantearnos, a mí al menos, algunas de las afirmaciones que en los últimos meses y casi ya años han servido para argumentar los malos datos de su programación. Como vengo diciendo cada vez que la cadena pública estrena un programa nuevo, su actual situación, con notables y frecuentes fracasos, con una mala imagen derivada más de lo que se publica que de un realidad, hace que le resulte mucho más complicado obtener buenos resultados con una programación que nace estigmatizada y que tiene difícil llegar a a oídos de su target potencial.
Sin embargo, estas circunstancias no han supuesto un problema para el estreno de OT El Reencuentro que, quince años después del fenómeno, ha resultado interesar a muchas de las personas que en 2001 nos emocionamos con este grupo de jóvenes aspirantes a cantantes. El caldo de cultivo era muy bueno, la comunicación ha sido intensa en muchos frentes desde el primer momento en que se atisbaba la posibilidad de sacar el programa adelante y el resultado ha sido excelente, demostrando que, pese a las dificultades, cuando la materia prima vende, el público está ahí.
Y todo esto a pesar de que el programa no es bueno. Porque, reconozcámoslo, se podría haber sacado mayor partido a una iniciativa como esta. La reunión física de los concursantes es desordenada y poco lucida, tienen poco espacio para dar espectáculo, el mobiliario no favorece la puesta en escena ni sus interacciones personales y todo parece algo improvisado. Hace unos meses veíamos en La Sexta la reunión de algunos de los artistas de mayor éxito de los 80-90 y, aunque el formato nada tenía que ver, lograban sacar más de cada uno de los participantes de lo que ayer pudimos ver en OT, con la dificultad añadida de que algunos de esos artistas ni siquiera se conocían personalmente. Había más intensidad y casi más verdad en aquel programa que en este reencuentro en el que, como espectadora, yo solo logré emocionarme con las imágenes antiguas, con el recuerdo de aquellos momentos ya míticos de la televisión (bueno, con los modelitos y las coreografías también se me puso la piel de gallina, pero de otra manera).
La propia estructura del programa me pareció fallida, pues en el repaso a la vida actual de los protagonistas, tan pronto se mostraba claramente la actividad que les ocupa, el tipo de vida que llevan o dónde y con quién viven, como se hacía una entrevista sin referencia alguna al presente. Han pasado quince años y muchos de estos cantantes ya no lo son, algunos siguen viviendo de la música, en distintas facetas de la industria, y otros ni siquiera lo están ya y para el espectador medio del programa, saber qué les ha ocurrido profesionalmente en todos estos años era un dato casi imprescindible.
Como no podía ser de otra manera, Rosa tenía mucho protagonismo en esta primera entrega, como ganadora del programa y por su increíble cambio físico y personal. También lo serán Chenoa y Bisbal, un cartucho que quemarán más adelante y del que ayer pudimos ver algunos brochazos, con miradas perdidas, abrazos no dados y lágrimas interpretables a gusto del consumidor que, convenientemente editadas, hacían las delicias de los que sueñan con un reencuentro de portada de revista del corazón. Afortunadamente para ellos, este programa se emite en TVE y no en Telecinco (donde recordemos, también se emitió OT).
Con sus defectos, que no son pocos, el programa nos devolvió a un fenómeno que movilizó a generaciones delante del televisor, que nos emocionó entonces y podría llegar a emocionarnos ahora, que nos demostró que en muchas ocasiones lo mejor de la televisión es la naturalidad de sus historias, la inocencia de sus protagonistas y esa magia que a veces nace en un plató y que cada día es más difícil de conseguir, en un entorno en el que todo el mundo está resabiado y a la defensiva. No hace tanto de este primer Operación Triunfo pero, viendo las imágenes, parece casi imposible que algo así pueda volver a repetirse. Lo hará, estoy segura.