Según parece, los críticos estadounidenses están machacando a Crisis in Six Scenes, la serie de Woody Allen para Amazon protagonizada por Miley Cirus y la verdad, no lo comprendo. Hoy he podido verla, toda de un tirón aprovechando un viaje en tren (son apenas 6 episodios de unos 20 minutos) y si algo no hace es sorprender, lo que en este caso es bueno, pues los seguidores de Woody Allen encontrarán exactamente lo que buscan, una más de las diatribas personales del creador, que bien podría ser una película troceada en seis entregas, pues no hay distinción temporal ni espacial entre episodios.
Como casi siempre, Allen ejerce de principal protagonista de la historia haciendo de sí mismo: un hombre mayor lleno de inseguridades, de miedos, un hipocondríaco, con una mentalidad inamovible pero incapaz de llevarle la contraria a su esposa, que lo arrastra a una cascada de acontecimientos propios de una comedia de enredo.
Con diálogos llenos de sentido del humor, cinismo y cientos de referencias culturales, sociales e históricas, Crisis in Six Scenes nos lleva a la década de los 60, al movimiento anticapitalista y a las protestas que se sucedieron en EE.UU. (por supuesto, en este caso centrado en Nueva York) contra la guerra de Vietnam y contra los gobiernos de Occidente. Retrata una pasión por Cuba, el Ché Guevara o la China de Mao que justificaba las acciones violentas de un nutrido grupo de jóvenes inconformistas, formados en las mejores universidades, procedentes de familias acomodadas y plantea el romanticismo que surge en torno al movimiento, lo que supone la revolución social y el subidón de un par de porros en otros jóvenes como ellos que parecían haber nacido con la vida ya pautada, pero también en un grupo de mujeres que, afrontando la última etapa de su vida, encuentran en estas reivindicaciones una chispa rejuvenecedora y moderna.
Desde mi punto de vista, la serie es una ácida crítica a determinados movimientos sociales que reciben un apoyo multitudinario por las razones equivocadas, o más que equivocadas debería decir folklóricas, pero sin mojarse demasiado, una pincelada de humor a costa de jóvenes y viejos, sin demasiada profundidad, pero con mucho cinismo y agotadores diálogos. Vuelvo a repetir: el Woody Allen que todos conocemos y reconocemos en una apuesta leal a sí mismo, aunque nada transgresora ni preciosista.
Aparte de la relevancia que tuvo en su momento el hecho de que Allen fuera a grabar una serie de televisión, el otro elemento que generaba expectación era la presencia de Miley Cirus en un papel protagonista bajo su dirección. Si bien es cierto que su papel es de por sí intenso y apasionado, me ha parecido que sobresale del resto del elenco por su sobreactuación. Es bien cierto que los personajes de Allen están a menudo acelerados en demasía y son agotadoramente intensos, lo que provoca una sensación de irrealidad en el espectador que, sin embargo, aceptamos, muy especialmente cuando la historia gira en torno al propio director, que es de por sí el principal sobreactuado. Hemos aprendido sin embargo a entenderle como tal, a verle como ese personaje que se comió a la persona y que difícilmente diferenciamos, y que hace que nos parece natural en su falta de realismo, permitiendo que la locura de los personajes que le acompañan resulta enternecedoramente real y engranada con él.
Y sin embargo, Cirus consigue, desde su primera frase, parecer ajena al conjunto, resultar exagerada en sus afirmaciones y confusa en sus gestos, en una mala interpretación que hace que nos alegremos de que no sea su papel uno tan protagónico como nos habían contado. Aunque ella es el detonante de todo lo que ocurre en la historia, su presencia es secundaria y todo el peso de la narración recae sobre Woody Allen y Elaine May en el papel de su divertida esposa.
¿Te gusta Woody Allen en todo lo que hace? Crisis in Six Scenes te gustará. Si solo te gusta de vez en cuando, no te aburrirá. Si lo detestas o no terminas de conectar con su sentido del humor, ni te molestes.