Una vez concluido el FesTVal de Vitoria, donde muchas de las cadenas presentan sus mejores programas para la temporada (desgraciadamente Meadiaset sigue manteniéndose al margen de la que es una de las mejores y más importantes iniciativas en torno a la promoción de la industria televisiva de nuestro país), hoy arranca definitivamente la parrilla del nuevo curso, con estrenos potentes como el regreso de Bertín Osborne a Telecinco, la segunda temporada de Mar de Plástico, el arranque de una nueva entrega de Granjero busca esposa con el rescatado Carlos Lozano y el regreso también de Olmos y Robles en TVE. Cuatro ofertas de distinto calado pero que representan artillería pesada de cada una de las cadenas en que se emiten y que no dejan lugar a dudas sobre el final de un verano francamente lamentable en televisión.
El recuerdo que este estío nos deja pasa por dos programas bien distintos y al mismo tiempo bastante parecidos, el show de Las Campos, que no deja de ser una extensión más de Sálvame y sus spin-offs y Quiero Ser, un fracaso en su estreno en la parrilla de Telecinco al principio del verano que ha conseguido ser todo un acierto en su paso a Divinity, tanto como para conseguir la renovación para una segunda temporada.
Por supuesto, nadie en Mediaset reconocerá el tropezón del estreno de este concurso-reality en busca de la nueva It-Girl del panorama nacional, un tropezón derivado de las altas expectativas generadas en torno al regreso de Sara Carbonero en un nuevo registro, una Carbonero que pasaba prácticamente desapercibida en la mayor parte del programa y que, en los momentos en que lo hacía, resultaba poco integrada, completamente ajena al desarrollo del mismo. Sus declaraciones al finalizar la primera temporada, hablando de la buena relación con sus compañeros y lo cómoda que se ha sentido trabajando con ellos, más que la clásica labor de relaciones públicas que todos hacemos al terminar una tarea, independientemente de lo bien que realmente haya ido, apuntaba a un genuino comentario sobre alguien que ha pasado con sus compañeros mucho más tiempo del que realmente se ha visto en pantalla.
Y así, llegamos al verdadero problema de Quiero Ser desde un principio, su edición, su intención, ¿su dirección?. Es cierto que nadie esperaba que una colección de jovenzuelos aspirando a ser egoblogers se convirtiera en un auténtico bombazo de estilo y juego limpio, pero tampoco que desde el minuto cero nos enfrentáramos a una pelea tras otra, a un fomento del mal rollo y constantes demostraciones de envidia cochina como si el ganador fuera a ser aquel capaz de tirar de los pelos de su contrincante con más estilo.
En un canal en el que se crean iconos como Ylenia Padilla y los concursantes de MYHYV, no es extraño que a alguien se le ocurriera arrancar Quiero Ser con más de una pelea absurda y argumentos sin nivel, pero a alguien se le fue la mano. El programa ha funcionado en Divinity porque su franja del access está acostumbrada a cierto aire gamberro, con los afilados comentarios de Cazamariposas y los resúmenes de algunos de los realities que se emiten en la cadena principal, Telecinco, pero también porque han rebajado el tono del enfrentamiento gratuito con el que tan fuerte arrancaron, sin perder el necesario toque de la provocación y la ausencia de empatía entre participantes.
Con este cambio de actitud y una nueva ubicación Quiero Ser ha conseguido reflotarse y darse una segunda oportunidad, una que posiblemente nunca imaginaron sus creadores, ni nosotros, que aún debemos lamentarnos del triste nivel que nos ha ofrecido la producción española de estos dos últimos meses. Bienvenido otoño.