El regreso de Sara Carbonero a Telecinco como cara visible de Quiero Ser podría haberse convertido en uno de los mayores errores de su vida pero, dada la escasa presencia de la presentadora en el programa, cualquier resultado que este de al cabo de su andadura veraniega por la cadena será difícil de achacar o siquiera relacionar con su persona. A la vista de cómo se desarrolló la primera entrega del programa, casi lo va a agradecer.
Efectivamente, en un programa de una duración inferior a la hora, aunque el arranque de ayer fuera algo más largo de lo que luego serán el resto de emisiones, Sara Carbonero no interactúa con los concursantes ni los jueces del programa y su presencia se limita a dar paso a los distintos vídeos desde un exterior que, si no fuera por las torres del horizonte, lo mismo podría estar en el centro de Madrid que a las afueras de su casa de Oporto, y que fácilmente podría haberse grabado de un tirón para todas las piezas a emitir. Claramente, su presencia solo funciona como un reclamo para un programa que, de no ser por el caché de Carbonero, tendría mucho mejor encaje en Divinity o incluso en Cuatro, acostumbrados como estamos a que sea este el espacio en el que promocionar a los tróspidos más imponentes del país.
Y es que la selección de bloggers aspirantes a convertirse en It Girl o Boy a través de la exposición televisiva hubiera dado para un programa de humor y mucha diversión de haberse concebido como Un quién quiere casarse con mi hijo o similares, y en Cuatro posiblemente hubiera dado un audiencia mucho más entregada y acorde al canal. Sin embargo, se ha pretendido hacer algo serio, en busca del nuevo ‘influencer’ de moda, para darse de bruces con una realidad inevitable, la del submundo que existe entre estos aspirantes a vivir a base de fiestas, ropa regalada y suculentos acuerdos comerciales. Un mundo lleno de tontería, prepotencia y rivalidad mal entendida que termina dando como resultado estas aspirantes a Anna Wintour, que no entienden que lo primero es la profesionalidad, el trabajo duro y el reconocimiento del sector y luego lo de ser un cretino prepotente.
Casting y edición aparte, no termino de entender cual es la idea del programa: en apariencia consiste en elevar a los altares a uno de estos jóvenes como representante de los influencers de moda, algo que debería pasar por mostrarlos como personas a las que apetezca conocer y seguir, pero la realidad es que sacan lo peor de cada uno: sus envidias, sus complejos, sus limitaciones, su rechinar de dientes permanente, para descubrir el vacío que se esconde detrás del personaje. Más que un programa para buscar al mejor en algo, parece una carrera para echar por tierra a todo un conjunto de personas que solo tienen en común su intención por convertirse en iconos de moda. Es bien sabido que estos ‘influencers’ del mundo de la moda están moviendo mucho dinero, un dinero que las marcas están dejando de invertir en medios tradicionales y que justificaría el hecho de que una televisión quisiera acabar con el mito. No sé si en Mediaset son tan sibilinos pero, a la vista de lo que mostraron ayer, es la única explicación que tengo a un formato con este con un casting y un guión como el presentado anoche.
Resumiendo: «Un bodrio de programa».
Afortunadamente para mi, yo no pierdo mi tiempo en ver chorradas que no me aportan nada. Antes prefiero irme a la cama y mirar el techo hasta que me entre sueño.