Nos quejamos muchas veces de que las televisiones en abierto no dan algunas competiciones o de los precios estratosféricos que se pagan por los derechos de algunas de ellas, alzando la voz para reclamar nuestro derecho a ver determinados encuentros o a selecciones concretas que arrastran audiencias millonarias, sin darnos cuenta de lo complicado que resulta hacer una previsión de ingresos en eventos que dependen única y exclusivamente de la suerte.
Sí, ya sé que me diréis que las competiciones deportivas nada tienen que ver con el azar, que se trata de entrenar mucho y ser muy competitivo, que solo hay que mirar las estadísticas y hacer un par de operaciones matemáticas, olvidando que una desafortunada cantada, un penalti fallado o una tarjeta a destiempo pueden acabar con la lógica en apenas 90 minutos. Sin tener en cuenta que el calendario no solo viene definido por los errores y aciertos de los nuestros, sino por el desempeño de los demás y su posición final en un tablero con tantas posibles combinaciones que es imposible tenerlas en cuenta todas cuando uno se enfrenta a la cuenta de ingresos y gastos y busca una razón para dar o no el paso.
Es lo que ha pasado en esta Eurocopa con la selección española, que puede terminar reportando a Mediaset unas audiencias millonarias y unos ingresos brutales o hacer que su inversión no valga apenas nada. Los cálculos que podían haberse hecho, al menos hace un par de días, habrían previsto una fase de grupos con grandes audiencias y un camino hacia la final, de darse, relativamente tranquilo. Pero, a diferencia de lo que la lógica y los números podrían prever, nos encontramos ahora con la lista de contrincantes más difícil de toda la Eurocopa, con la posibilidad de ser eliminados este mismo lunes y dar al traste con la inversión o, todo lo contrario, con la posibilidad de salir triunfantes de un camino tan competitivo como lúcido en lo que respecta a las audiencias multimillonarias que pueden suponer los enfrentamientos con selecciones como la italiana, francesa y alemana.
Un todo o nada en cada partido que no hacen sino recordarnos lo difícil de evaluar económicamente la idoneidad de comprar una competición de estas características cuando eres una televisión en abierto, cuando tu público no es un público de deportes sino uno generalista que solo verá los partidos de forma mayoritaria si es su selección la que está jugando y nunca por el interés deportivo, sino por el show y la emoción que provoca ver a los nuestros hacer cosas grandes… cuando ellos la lían, no solo están haciendo un agujero en su reputación, también en la cuenta de la empresa que se atrevió a dar el paso, confiando en que sus éxitos fueran también los de ellos y sus trabajadores. La próxima vez que nos cabreemos porque una competición no se emite en abierto, pensemos un momento en estas cosas y recordemos que se trata de empresas privadas con derecho a buscar la rentabilidad de sus inversiones y la responsabilidad de hacerlas con ciertas garantías.
Estoy totalmente de acuerdo. Yo soy uno de esos espectadores que no soy demasiado futbolero y que con toda seguridad, si España es descalificada, dejaré de ver los partidos. Como mucho, la final. no había caído en ello. Gracias por la reflexión.