Cuando esta mañana me he enterado de que el episodio de Vis a Vis de la próxima semana será el último, no he podido evitar que mi primera reacción haya sido un lamento de pena. Una pena que rápidamente se ha convertido en cierto alivio, al saber que este aparentemente prematuro final favorecerá el recuerdo que siempre tendremos de la serie, una que revolucionó el panorama de la ficción española, que arriesgó como pocas y que no se dejó comer por los buenos resultados, el hastío y la extensión de la serie temporada tras temporada sin sentido. Una serie que, por su contenido, nació para estar en un canal de pago pero que, dadas las circunstancias del sector televisivo español, nunca hubiera encontrado financiación ni sitio allí, así que tuvo que apostar por intentarlo en abierto y lo logró, acabando con los miedos, con los remilgos, con los complejos. Gracias Vis a Vis, sí, pero Gracias también a Atresmedia por la osadía.
Es cierto que es fácil no renovar por una nueva temporada cuando los resultados no son brillantes, cuando las particularidades de la serie la hacen complicada de programar y cuando la competencia sigue dando duro cada noche con una programación que no parece agotarse pese a lo repetitivo, pero también es cierto que Vis a Vis ha supuesto un hito en la ficción española general que hace complicado querer desprenderse del producto, de ese rayo de luz que ilumina toda la apuesta de ficción, que compensa los fracasos, que está en boca de todos precisamente por todas esas cualidades que la convierten en un producto muy bueno, pero de difícil acceso al gran público.
Lo he dicho en varias ocasiones y me reitero: si Vis a Vis hubiera sido un producto norteamericano, la hubiéramos encumbrado como lo hicimos en su momento con su inevitable referente, Orange is the New Black, esa serie a la que pensábamos copiarían, esa serie a cuya altura nunca pensamos que llegaría y a la que simplemente ha superado en intensidad dramática, en capacidad para removernos y en valentía para decir hasta aquí hemos llegado. Aún recuerdo las risas el día que nos contaron el proyecto y la maldad con la que algunos cuchicheábamos las posibles apariciones estelares de la Panto en alguno de los episodios, imaginando un producto cañí y poco atractivo. ¡Qué equivocados estábamos! Nunca imaginamos algo así, nunca pensamos que incluso la sutil referencia a la presencia de la Pantoja en uno de los episodios de la pasada temporada encajaría tan bien.
Maca forma parte de una tendencia en la ficción norteamericana, esos antihéroes que eran buenas personas pero que, en algún momento, una circunstancia vital las hace pasar al lado más oscuro. Personajes como Dexter, Walter White, Nurse Jackie, a los que amamos pero al mismo tiempo aborrecemos, porque en el fondo tienen buenas intenciones pero en su camino a hacer el bien o a salvar sus propias vidas, terminan siendo detestables, haciendo cosas que no deben, provocando daños colaterales que nunca deberían haber tenido lugar.
Pese a que muchos temen hoy que el resultado del episodio final sea flojo y precipitado, yo quiero creer que hace tiempo que se intuía que el final estaba cerca, que hace tiempo que se manejan dos líneas argumentales ante la eventualidad de un cierre definitivo en esta temporada y que tendremos un final más que digno. Tal como han evolucionado las cosas, no veo manera de que Maca termine la serie viva, pues su deriva personal ha sido tan brutal que parece imposible que pueda retomar una vida normal, que pueda volver a ser algo mínimamente parecido a una persona civilizada, que pueda superar la culpa de la muerte de sus padres y su sobrina, que no veo otra salida a su personaje que la muerte violenta. ¿Se atreverán?