La nueva serie de TVE, El hombre de tu vida, destinada a relevar a la ya mítica Cuéntame, está siendo un fracaso en audiencia. En lugar de elegir un caballo ganador como Águila Roja para mantener en alto los datos del jueves, la cadena pública optaba por dar una oportunidad a esta nueva serie, basada en un original argentino y que, protagonizada por José Mota en un desconocido registro dramático, retoma el concepto de dramedia que, tras años de éxito en producciones de ficción de Globomedia, parecía ya desaparecido. Y quizá sea este el principal problema de El hombre de tu vida que, no siendo un mal producto en su construcción, sí resulta algo anticuado en su concepción, un grave problema del que pecan muchas de las últimas apuestas cómicas que hemos podido ver en la parrilla de las distintas cadenas en los últimos tiempos.
El hombre de tu vida sorprende principalmente por la elección de su protagonista, el ya mencionado José Mota, al que estamos acostumbrados a ver solo como cómico y que, posiblemente replicando el modelo de Pepe Viyuela, que funcionó bien con Olmos y Robles, pretende sacar al actor y también al espectador de su zona de confort, creando una novedad que merezca la pena atender. Y en esto no falla Mota, que está bien en su papel de viudo que ha tenido que sacar adelante a su único hijo como ha podido, con los evidentes problemas económicos de la clase media y un solo sueldo, a veces inexistente y la cuestionable ayuda de una bienintencionada cuñada, con mucho ingenio en supervivencia y poco criterio en lo amoroso.
La serie pivota en torno a Mota, Malena Alterio en el papel de cuñada y la que se atisba como destino de las flechas de Cupido del protagonista, Norma Ruiz. Tres caras muy conocidas entre las que ocasionalmente aparece Pepe Tous en el papel de sacerdote, un personaje que no hace sino ahondar en el carácter envejecido de la serie, mostrando una España algo noventera, lejos de la actual, donde el papel de la iglesia se ha vuelto mucho más discreto, donde rara vez resulta creíble pensar que un ciudadano cualquiera recurra a los consejos de un cura en lugar de los de sus familiares y amigos. Obviamente, esta es una realidad que existe, pero no es una que nos represente como sociedad y que no podemos evitar concebir como algo del pasado que cada vez más forma parte del ámbito privado. Son elementos que pueden parecer pequeños pero que, dotados de mucho peso en la historia, terminar por conformar esa imagen desfasada.
Pero no es este, ni mucho menos, el problema principal de la serie, que peca principalmente de simplista y de un desarrollo muy naif de los personajes, echando a perder dos de sus mejores bazas; por una parte, la duración de los episodios, de algo menos de una hora, aunque luego se emitan de dos en dos. Por otra, los personajes episódicos que, por las características de la historia, tienen mucho protagonismo en cada una de las entregas, permitiendo un desfile de grandes conocidos de la pantalla, a los que es fácil convocar en términos de producción incluso si están trabajando en otras series o películas y a los que siempre es agradable ver en pantalla con ese grado de protagonismo.
Pese a todo, la serie no arranca, no tiene tirón, no pasa de ser un entretenimiento muy sencillo que posiblemente podría funcionar en otra franja menos exigente, pero nunca en un prime-time en el que hacen falta más emociones, más tensiones, un producto con mayor profundidad narrativa, más ambicioso. La caída en audiencia de la segunda semana de emisión es muy significativa y, de emitirse en una televisión privada, posiblemente habría sido la última. En TVE las cosas funcionan de otro modo, pero no parece que estos datos sean muy sostenibles. Lo peor es que se anuncian otras cosas que pintan bastante peor.
La ficción española ya ha demostrado que puede hacer grandes dramas, ahora es el turno de darle un centrifugado a la comedia y recolocar las piezas de otro modo porque talento creativo tenemos de sobra.
La argentina es miy buena a mi me encantó, pero Francella no tiene nada que ver con Mota