¿Es posible que el futuro de la comedia esté en unos robots soltando chistes en base a una serie de algoritmos y sensores? Esto es lo que se pregunta James Trew, editor de Engadget, después de asistir a un espectáculo teatral en Austin, uno protagonizado por robots en el que se mezclan el humor y la improvisación de forma aún algo pueril, pero destapando una posibilidad real detrás de la sustitución hombre-máquina, la que nos puede llevar a un mundo en el que el trabajo intelectual también lo hagan los robots.
Annabel no es realmente un robot, sino un tablet montado sobre un maniquí con ruedas que interpreta sobre lo que un ser humano tras ella le va cargando en tiempo real. Ava, sin embargo, es más robótico que su compañera, posee sensores, visión con cámara térmica, brazos articulados y un alto nivel de sarcasmo natural para dar la réplica en el escenario. Cargado de chistes, frases hechas, gags y hasta líneas de guión prestadas de grandes producciones como el Lost de Abrams, Ava está en el camino de sorprender a muchos en el mundo de la comedia.
En la función teatral que protagonizan estos robots, la gracia empieza mientras el público va tomando asiento y Annabel y Ava, ya en escena, van soltando pildoritas de humor previamente programadas. Nada sorprendente aquí. La verdadera prueba de fuego viene cuando empieza el espectáculo y arranca la parte de improvisación, en la que se pide a los espectadores que propongan temas y los robots van jugando con ellos, con más o menos sentido del humor y coherencia. El truco está en que Annabel esconde un ser humano real detrás de aquello que dice y por lo tanto resulta mucho más «espabilada» que Ava, que en ocasiones replica con sentido, mientras que en otras habla por hablar o incluso se repite a si mismo. Con la ayuda de un buen actor detrás de su pareja de baile, todo cobra sentido como conjunto, pero se trata más de una buena labor de improvisación que de una demostración de humor basado en la inteligencia artificial.
En otra parte de la función ambos robots ofrecen consejos a los presentes, sobre temas de interés humano y robótico. Es aquí donde se ponen a prueba las principales herramientas de reconocimiento de voz, asociaciones de palabras y lógica que están desarrolladas en el software de Ava y donde demuestran estar aún en estadíos algo primigenios. Sin embargo, los presentes se ríen y todo apunta a que las reglas preestablecidas sobre cómo hacer comedia, donde incorporar gags y qué resultados esperar de cada una de las frases incluidas de forma matemática en una función cómica pueden servir también para alimentar a un actor sin carne ni huesos.
La función puede considerarse un espectáculo caótico y absolutamente surrealista pero ¿qué comedia no lo es? Lo importante aquí no es tanto cómo y cuánto funciona este espectáculo concreto sino hasta que punto puede la inteligencia artificial, los famosos algoritmos, proporcionar a la comedia unos resultados más brillantes que los derivados simplemente del ingenio de unos guionistas o unos actores con gran capacidad de improvisación. Inquietante ¿no?