¿Quién le iba a decir a Bertín Osborne que a sus más de 60 años iba a estar tan cotizado? Tras una larga carrera como cantante, showman, presentador de programas de televisión, actor y, por supuesto, protagonista del siempre suculento mundo del corazón, en los últimos tiempos su carrera seguía, pero ya en un segundo plano, más tranquila, más reposada, más centrada en otros negocios y también con su lucha por visibilizar las dificultades a las que se enfrentan las familias con niños con problemas. En cualquiera de estas facetas y con los proyectos en los que ha intervenido en estos años, estoy segura de que nunca pensó que tendría el fulgurante éxito que ha tenido con un programa de TVE que, reconozcámoslo, sonaba a castaña de corto recorrido.
Sin embargo, la sorpresa ha sido mayúscula cuando la audiencia, mayoritariamente y casi sin rival, ha demostrado estar interesada en las entrevistas, reeducada quizá por los otros programas de estas características que también han funcionado en los dos últimos años, con Risto o Pepa Bueno. La diferencia sin embargo, es clara: el primero se enfrentaba a unos entrevistados temerosos, cautelosos ante la figura de un Risto rápido, inteligente e incisivo, la segunda se quedaba en el papel de periodista clásica, con preguntas muy genéricas, muy profesionales, sin llegar a lograr la complicidad que un ajeno al medio puede conseguir, sin incomodar tampoco al entrevistado. Y es en ese hueco entre ambos, aprovechando lo mejor del preguntador que no se debe a una profesión, del mero curioso que sin miedos ni complejos se enfrenta a un amigo para sonsacarle lo más destacado y divertido de su vida, también lo más íntimo, donde Bertín encontró su sitio, donde el programa se asentó y ha logrado el gran éxito que hoy en día es.
Pero ha sido también en este punto en el que han llegado los problemas, no tanto con el formato o las personas que trabajan en él, como en las condiciones que la productora y TVE estaban dispuestas a asumir. Muchas han sido las noticias que han ido llegando al respecto en estos días pero, si algo sabemos a ciencia cierta a día de hoy, es que las relaciones entre ambos están rotas por la negativa de la cadena a encargar 13 entregas más del programa. Con la fuerza que da saberse poseedor de un formato de éxito como este, la productora presionaba para conseguir esa temporada completa y no los cinco programas que se le ofrecían y es así como, entre unos y otros, han terminado dándose un portazo y con la continuidad del programa en manos del mejor postor.
Será con otro nombre, pues tras no llegar a un acuerdo, TVE se apresuraba a registrar En la tuya o en la mía, como si el secreto del programa estuviera en un nombre tan sencillo como resultón, y tan fácil de emular como los otros que ya suenan para su nueva andadura, del tipo ¿Vienes tú o voy yo?. Sí, las marcas son muy importantes, se construyen muchas cosas sobre ellas y es donde reposa el poso (valga la redundancia) de cualquier programa de éxito, pero también es cierto que, como el lazo de un bonito paquete, al final lo importante es lo que hay dentro y eso no se puede retener, menos aún en un programa de entrevistas en el que nada importa más allá de la burbuja en la que entrevistado y entrevistador anidan y la química que allí se genere.
Así, si en su más que previsible paso a otra cadena, Bertín no logra esas audiencias millonarias, no será en ningún caso por el cambio de nombre del programa, sino por otra serie de circunstancias que, inevitablemente, van a seguir a este traslado y que son difíciles de gestionar. Por una parte, el cambio de canal exige un cambio de registro para acomodarlo a la personalidad de la cadena. Se habla de un acuerdo casi seguro con Telecinco y, si bien es cierto que la figura de Bertín encaja muy bien con las características del canal y su público, y no es la primera vez que él triunfa en la cadena, hay muchas cuestiones ajenas al programa en cuestión que le van a afectar indirectamente y que pueden subir o bajar sus audiencias tan significativa como impredeciblemente: la hora y día de emisión, la capacidad para mantenerlo en un día de la semana sin moverlo aquí y allí para acomodar otros estrenos o contraprogramar a la competencia, lo cómodos que puedan sentirse los entrevistados en un cambio de la televisión pública a la privada. Son muchas cosas que pueden dificultar el rendimiento del programa en otra cadena.
La aparente necesidad de diferenciarse de lo que el programa es hoy día también puede ser una trampa mortal. El formato está bien como está, tiene unas audiencias excelentes en un canal que pierde espectadores a chorros y, sin embargo, ha calado con todas sus virtudes y sus defectos, que los tiene. En su paso a cualquier otra cadena, se buscará limar estos defectos y los que, no siendo tales, tampoco convencen a los nuevos «dueños» del programa, que siempre piden cambiar, quitar, poner, darle un toque diferente, que se note que ya no estamos en TVE, que nadie se equivoque. Y ahí es donde se crea otro programa, con los mismos mimbres, pero otro programa completamente distinto, con resultados que no tienen por qué ser los mismos, aunque tampoco han de ser, necesariamente peores; de hecho, el trabajo que se haga con estos cambios va dirigido a mejorar, aunque no siempre se acierte. El ejemplo más claro lo hemos visto con el ya mencionado Risto en su paso de Cuatro a Antena 3: seguía siendo un programa de entrevistas sí, pero pocas veces ha logrado estar a la altura de lo conseguido con el Chester, empezando por la frialdad que imponen las dos butacas enfrentadas y, muy especialmente, por la diferencia que supone pasar del prime time al late night, con un programa mucho más oscuro, en todos los sentidos.
Por último, y como suele decirse, no menos importante, pasar de un programa de una hora de duración como tenían los primeros En la tuya o en la mía a uno de dos horas, como han sido estos últimos, es ya complicado, pues al final se hace pesado, las preguntas empiezan a ser menos interesantes y la necesidad de rellenar mucho tiempo con la cocina, el ping-pong o alguna otra actividad resultan superfluas. Aún así, la ausencia de publicidad consiguen retener al espectador a lo largo de todo el programa de una manera más natural de la que podemos encontrar con un larga pausa comercial, que a determinadas alturas de la entrevista pueden convertirnos en espectadores a la fuga si el personaje no termina de convencer. Un escollo más para un formato tranquilo, que no está acostumbrado a buscar el gancho, el momento de tensión, la declaración que alimente la semana en otros programas. Es difícil, muy difícil.
Nada me gustaría más que seguir encontrando el programa en la parrilla semanal, con la misma fuerza y simpatía que hoy en día tiene, con sus personajes atractivos y con los que, siéndolo bastante menos, también han dado lugar a entrevistas entretenidas, cercanas, simpáticas o emocionales, espero que lo consigan cuando cambien de casa.
Lo esperas, pero en el post pareces creer que es un error cambiar de cadena.
Y lo entiendo. Conocemos a Telecinco: lo alargará, lo contraprogramará, le pondrá pausas de publicidad interminables, invitará a gente del sálvame y buscará el titular que alimente el susodicho programa el resto de la semana…
Ojalá no, y ojalá funcione, y Telecinco no lo eche a perder.