Hace unos días la empresa Movierecord anunciaba la cesión a la Fimoteca Española del material publicitario que hasta ahora custodiaba, concretamente unos 8.000 spots que van desde el año 1954 hasta la actualidad. Con esta cesión la Filmoteca sería la encargada de catalogar y conservar estas piezas, junto con el resto de material cinematográfico y documental del que ya se encarga y que es, sin lugar a dudas, parte importantísima del patrimonio cultural de España.
A primera vista puede parecer que nada tienen que ver los spots publicitarios, destinados en última instancia a vender un producto, con las películas, que buscan entretener desde la ficción o recrear historias reales, transmitir unas ideas, unos valores. Pero la realidad es bien distinta y la publicidad es también una manera de reconocer la España que hemos vivido en cada momento, de identificar sus peculiaridades, sus avances, sus tradiciones. Desde el reconocimiento de lo que se comía, a los productos que eran populares en una determinada época o la manera en que se retrataban los hombres y mujeres en la sociedad, la publicidad es posiblemente el más fiel reflejo de una época y sus gentes, incluso más que las películas, que pueden permitirse ciertas licencias artísticas para reforzar un mensaje que puede apartarse de la realidad sin miedo a perder a sus clientes.
En la publicidad, sin embargo, lo esencial es que los espectadores se reconozcan en esos personajes que aparecen en sus pantallas, con esas melenas maravillosas que nos proporcionará un nuevo champú, con ese éxito que nos dará un nuevo coche, con esa piel inmaculada que conservarán nuestros bebés con unos nuevos pañales y es precisamente en este reconocimiento de las aspiraciones de los ciudadanos donde más nos retratamos, donde mejor se reconocen las particularidades de una sociedad en permanente evolución. ¿Quién no se ha escandalizamos alguna vez viendo un anuncio de los años 60 en que una amorosa esposa espera a su trabajador marido en casa, ataviada con su mejor vestido y su mejor sonrisa, con una copa de brandy en la mano y dispuesta a ofrecerle el merecido descanso del guerrero? O con la recreación del mejor de los regalos de cumpleaños para ella: ese aspirador todo terreno que hará que su marido esté orgulloso de ella por el brillo que saca a sus suelos. ¿Y qué decir de aquel negrito del África tropical? Actitudes y textos que nos resultan imposibles hoy en día, que a algunos avergüenzan pero que, en última instancia, son prueba viviente de lo que un día fuimos y, precisamente por ello, de cuánto hemos avanzado.
La publicidad de cigarrillos, medicamentos que ya no existen, productos que desaparecieron y han vuelto a nuestros hogares, auténticas piezas de historia que deben ser recordadas. Pero conservar un archivo documental de estas características es tan importante como laborioso y, sobre todo costoso, especialmente si se quiere hacer bien y en su máxima extensión. Hablamos de hacer accesible este material a toda la ciudadanía, a investigadores o simples curiosos que, con la tecnología existente, podrían tener un acceso inmediato a una base documental tan fabulosa como esta. No solo anuncios, también documentales y películas que, en el año en que vivimos, ya forman parte del dominio público. Apasionante.
Un artículo muy interesante. Seguro que los historiadores dedican un apartado especial a la publicidad, si es que no lo hacen ya (yo pasé por la facultad de historia hace casi dos décadas ?). La publicidad es un reflejo de cada época: de cómo se vestía, de cómo se vivía, de los valores que imperaban, de las necesidades que se creaban, de las tendencias culturales y empresariales… Seguro que se pueden hacer buenos documentales con el material que se ha cedido.